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Tijuana, hora cero

Decenas de miles de 'indocumentados' en EE UU temen ser deportados con la 'ley Simpson-Rodino'

ENVIADO ESPECIALLa inquietud e incertidumbre sobre su futuro angustian a decenas de miles de mexicanos y a otros latinoamericanos residentes sin documentos en Estados Unidos ante la entrada en vigor de la llamada ley Simpson-Rodino, que trata de poner fin a la situación de ilegalidad en que viven. Esto podría significar para decenas de miles de indocumentados la expulsión de Estados Unidos y la división de sus familias por la aplicación de la ley.

A pesar de la entrada en vigor ayer de la nueva ley, cientos de mexicanos insisten una y otra vez en entrar ilegalmente en Estados Unidos. En sus rostros se advierte la angustia y en el ambiente se palpa la inquietud ante la hora cero del 5 de mayo, que significó el inicio legal de la nueva normativa migratoria en Estados Unidos, donde esperan encontrar la solución de sus problemas.El cañón Zapata de Tijuana (México) es el punto donde se produce la mayor entrada de ilegales en Estados Unidos a lo largo de los 3.125 kilómetros de frontera con México. Aquí no son espaldas mojadas. El cruce de frontera no se realiza por un río, sino a través de los cerros.

La línea fronteriza no existe de forma visible. Sise ven en cambio, en lo alto del cerro, en la contraluz de la puesta del sol, los coches estacionados de la migra, la policía del servicio de emigración de Estados Unidos.

De cuando en cuando el ruido de un helicóptero -les llaman moscos- o una avioneta de la migra rompe el silencio de la tarde. Parece una especie de juego del gato y del ratón. Unos 300 mexicanos se concentran a la caída de la tarde y esperan la oscuridad para burlar a las patrullas fronterizas.

Obligados a regesar

Muchos lo repiten una y otra vez, hasta conseguir entrar. A veces los capturan por la mañana, los expulsan y vuelven a intentarlo por Ia tarde del mismo día. Están obligados a ello. No tienen más remedio, porque del otro lado están en muchos casos sus familiares, maridos y niños de meses, que les esperan.También les espera la explotación de su condición de ilegales por los patronos de EE UU, que ven peligrar en parte su negocio con la mano de obra barata de hispanos ilegales.

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Marta, de 32 años, esperaba la puesta del sol en el cañón Zapata para intentar con su hermana Carmen y un joven matrimonio amigo por cuarta o quinta vez la última semana la entrada en Estados Unidos. Allí vivían ilegalmente en Chula Vista, cerca de San Diego (California). Una noche, hace una semana, fueron al cine a Escondido. A la vuelta los detuvo un sheriff, porque el coche lanzaba un humo excesivo por el tubo de escape. El joven que conducía no tenía licencia. El sheriff les pidió los papeles de residencia, que tampoco tenían porque viven allí ilegalmente, y los entregó a las autoridades de emigración, que expulsaron a los cuatro a México.

Del otro lado quedaron los maridos de las dos mujeres, los hijos y hasta una niña de cuatro meses, hija del joven matrimonio expulsado. Están obligados a regresar, pero no han tenido suerte. A lo largo de una semana han caído todas las veces en manos de la migra. A Marta ya se le acabó el dinero -"sólo me quedan 600 pesos" (algo más de 60 pesetas) y está descalza, "porque se me arruinaron los zapatos con las caminadas", afirma.

Cuando la migra los captura, cuentan, "nos meten en el corralón y nos devuelven a México". La mayoría de los que intentaban pasar la frontera ilegalmente el lunes la opinión más generalizada era que no temen a la policía de EE UU.

Prefieren caer en sus manos a encontrarse con las autoridades dé emigración o aduanas de México, que los extorsionan sistemáticamente. Ayer, horas antes de la entrada en vigor la ley, seguían formándose aquí grupos de 10 ó 20 personas decididas, pese a todo, a entrar ilegalmente en EE UU.

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