Escasas posibilidades de que EE UU reduzca su déficit comercial con Japón
El problema que plantea el déficit comercial de Estados Unidos con Japón no tiene fácil solución y está más relacionado con diferentes estructuras productivas y financieras y con distintas prioridades sociales que con prácticas comerciales ilegítimas. Los estudios econométricos muestran que si Japón comprara en Estados Unidos todos los productos en los que tiene desventaja comparativa, el déficit bilateral norteamericano de 58.600 millones de dólares quedaría reducido, como máximo, en 8.000 millones.
Estados Unidos reclama una mayor accesibilidad al mercado nipón para los semiconductores y los productos agrícolas, pero las estadísticas muestran que las diferencias entre importaciones y exportaciones seguirían siendo abismales. El departamento de Agricultura norteamericano reconoce que si Tokio levantase las restricciones que pesan sobre 22 productos agrícolas, las exportaciones no crecerían más allá de los 1.000 millones y si la industria de los semiconductores capturase el 20% del mercado japonés, que dice podría ocupar si no hubiera barreras comerciales, las ventas hubieran ascendido el año pasado a 1.200 millones.El Departamento de Comercio norteamericano ha preparado una lista de productos con potencial mercado en Japón.
Echar un vistazo a los diferentes rubros supone contemplar los patéticos esfuerzos por encontrar algo que reduzca el monstruoso déficit comercial entre ambos países: desde componentes electrónicos y carbón a joyas y comida para perros. "No supone mucho dinero, no estamos hablando de miles de millones de dólares, pero todo ayuda", tiene que limitarse a decir un portavoz del departamento.
Vender petróleo
Una partida sustancial en las ventas norteamericanas a Japón lo podría constituir el petróleo de Alaska, con el que Japón está dispuesto a sustituir en parte sus adquisiciones en Oriente Próximo, pero Washington tiene prohibido por ley exportar ese crudo, que, por lo demás, debería sustituir con importaciones de terceros países, lo que no haría sino mover los números rojos de cuenta.Algunas de las alternativas que se consideran son tan impresentables como el pretender forzar a los japoneses a comprar sólo coches norteamericanos para compensar el que los automóviles sean el principal producto qué los estadounidenses compran a Japón, por valor de 22.000 millones de dólares el año pasado.
El cambio en los sistemas productivo, financiero y social, si llegara a emprenderse, podría llevar generaciones, y pasa porque los japoneses se muevan hacia el sistema norteamericano: consumir más, ahorrar menos, trabajar menos, cortar los lazos que unen a las empresas con los bancos y modificar la estrategia empresarial de ocupar mercado en favor de la de presentar beneficios a corto plazo. Los japoneses ahorran más del 16% de sus rentas mientras los norteamericanos no llegan al 3% y trabajan 2.100 horas al año frente a las 1.900 del norteamericano medio.
"Es difícil ver cómo nuestros negociadores pueden llegar a Japón y pedir a los japoneses que cambien su modo de actuar", dice Michael Herlach, profesor de empresariales en Berkeley. Los norteamericanos deberían en contrapartida producir más calidad, hacer mayores esfuerzos exportadores y dejar de vivir por encima de sus posibilidades.
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