Espartaco lidió con decoro los Miura
Miura / EspartacoSeis toros de Eduardo Miura: bien presentados, desiguales de casta y bravura, con dificultades; un sobrero, de Juan Pedro Domecq, bravo y noble. Espartaco: estocada baja, rueda de peones y descabello (ovación y salida al tercio); dos pinchazos, estocada corta y rueda de peones (aplausos y saludos); pinchazo, estocada, trasera tendida, rueda de peones y descabello (ovación y salida al tercio); media trasera tendida (ovación y salida al tercio); estocada corta atravesada, rueda de peones y descabello (aplausos con algunos pitos y saludos); pinchazo, otro hondo atravesado bajo y rueda de peones (ovación); pinchazo, estocada enhebrada y dos descabellos (vuelta incompleta, protestada) Plaza de la Maestranza, 3 de mayo (tarde). 14ª corrida de feria.
Espartaco cumplió su compromiso de lidiar los miuras y lo hizo con decoro. Tiene mérito encerrarse con los Miura -único espada y figura-, y es justo repetir el elogio, aunque ya habrá de ser por penúltima vez pues la afición española y adyacente, crítica especializada y militares sin graduación llevamos un mes hablando de lo mismo. El público de la Maestranza agradeció el gesto del torero, recibiéndolo con una ovación de gala. Saludó Espartaco, invitó a saludar a las cuadrillas y sonó el clarín.
Sonó el clarín y llegó la, hora de la verdad de lidiar la corrida. No es cualquier cosa lidiar miuras. Los miuras son toros de casta con un temperamento complicado y el peligro inherente, que resuelve quien los entienda. Pero no sólo hay que entenderlos, sino también conocer perfectamente las reglas de la tauromaquia, con su repertorio, para darles la lidia adecuada.
Lo que no se puede hacer para el buen orden de la lidia y, el ameno discurrir del espectáculo es plantear las faenas sobre el supremo recurso del de rechazo. Ya e s aburrido el derechacismo cuando lo emplean tres reiterativos coletudos en alternancia, para tener que so portárselo a uno sólo, toro tras toro, una tarde entera.
Pero la lidia de un toro -menos si se trata de Miura- no empieza y termina en las faenas de muleta. Hay lancesd e capa, hay quites, hay brega. La brega la llevó personalmente Espartaco, con facilidad y facultades, e incluso libró de la cornada a un peón que cayó en la cara del toro; mientras toreo a la verónica, quites, el arrebolado revoloteo de revoleras con que suele excitar el delirio de los públicos, de eso no hubo nada, hasta llegar al sobrero -no-Miura-.
Todos los toros, excepto el sexto -que era canijo- estuvieron bien presentados, en la, línea de la divisa, altos, zancudos, largos de cuello, serios. Todos, excepto el colorao cuarto -muy noble- presentaron dificultades. No fueron, en general, dificultades insalvables para un buen lidiador.
Los diestros miuristas, que los entienden, fundamentan sus faenas en estas reglas de oro: la embestida boyante que de el Miura hay que apovecharla desde el principio; se le lleva muy toreado o aprende; nunca coge a lo bestia: avisa antes; es preciso torear con la espada de verdad pues. el Miura pide la muerte en un momento determinado de la faena y sólo la pide una vez. La experiencia de ayer añade otra regla: con los miuras no hay que pasarse la tarde pegando derechazos.
Unos mansos, otros no, todos se iban arriba en banderillas y la mayoría aceptó las primeras series de derechazos e incluso de naturales. Espartaco no tenía que dar mil. Le habría bastado con dar media docena remataos, como dicen, los buenos profesionales. Pero no se cruzaba y le salían mediocres los pases.
Con el sobrero juampedro, que regaló para paliar la decepción de la tarde regular, los pases fueron ya largos y ligados, pero ponía la diferencia el toro, un bombón no el torero, que seguía sin cruzarse. Cuando el torero no se cruza la suerte no puede ser honda. Cuando la suerte no es honda, el torero ha de suplir la calidad con la cantidad, y eso es precisamente lo que no admiten los miuras.
Espartaco sólo pudo dar una vuelta al ruedo, con el sobrero y además incompleta. Simplemente, cumplió, que no era ni su propósito ni la ilusión que llevó al público a abarrotar la plaza pagando por las localidades unos precios de pecado mortal.
Sin embargo el gesto no resultó baldío. Un mes de romance-miura ya le ha valido más fama y muchos contratos.
Babelia
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