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FERIA DE SEVILLA

Ojeda dobla espadas

R, Sánchez / T. Campuzano, Ojeda, SandínTres toros de Ramón Sánchez; 2º, 4º y 6º de José Luis Marca: en general bien presentados, flojos, de poca casta.

Tomás Campuzano: pinchazo y estocada caída (aplausos y saludos); bajonazo (vuelta). Paco Ojeda: pinchazo hondo bajo (silencio); tres pinchazos bajísimos, bajonazo descarado y rueda de peones (bronca). Lucio Sandín: pinchazo y media baja (aplausos y salida al tercio); estocada (ovación). Plaza de la Maestranza, 1 de mayo (tarde). 10ª corrida de feria.

Pajo Ojeda doblaba las espadas, igual que forzudo. Ahora bien, se supo en seguida que las espadas eran de juguete; de esas falsorras que emplean actualmente los diestros para torear de muleta. También se supo que no las doblaba él, sino el toro. Y se supo, asimismo, que el forzudo Ojeda (pero menos) no iba a torear. No iba a torear, lo que se dice nada.

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Sietes les hacen los toros con los pitones a capotes y muletas cuando no se les templa. Si además se les destempla en azaroso frenesí de los engaños, alcanzan más allá del trapo, la misma espadita de juguete alcanzan, y la convierten en un cuatro. Eso le pasó a Ojeda, par de veces, en su primer conato de faena, y se ignora si le pasó en la segunda, pues esa no fue ni conato.

Sin embargo es rigurosamente cierta la expectación que despierta Paco Ojeda cuando se pone delante del toro. Su bizarro ademán, su expresión de resuelto ánimo, su pierna estirada, ahora la pongo aquí, ahora la alejo allá, la distancia que mide, el largo tiempo que transcurre en tensa espera, son canoros nuncios de la desconcatenación de los exorcismos. Ojeda, en estos trances de parto, pasma el juicio, admira el entendimiento y es muy digno de ponderación, como decía el Hebdomadario hispalense, hace ya dos siglos.

Finalmente llega el toro y la cruda realidad: el parto no es la desconcatenación de los exorcismos (quizá es el parto de los montes, por cierto). El pase tampoco es pase. El antes resuelto diestro alarga el brazo a las afueras lejanas, mientras sus estiradas piernas lo transportan al lado contrario; flamea el trapo a todos los vientos; la espadita de juguete sale hecha un cuatro.

Contumaz perneo atacó ayer a Paco Ojeda, que no se fiaba de sus toros. No eran toros "de vacas", ciertamente, pero un decoroso muleteo admitían, y lo demostraron, sobre todo el primero de ellos, humillando la cerviz, repitiendo las embestidas. A Paco Ojeda se le ha debido olvidar cómo se embarcan embestidas así, y las aborrecía, destemplándolas. Estaba empeñado en cortarlas, para el parón, el de pecho, nuevo parón, nuevo de pecho, que es su curiosa especialidad, y tampoco le salía. En el quinto de la tarde, tras el ringorrango de mirar, estirar, esperar, medir, dio media docena de derechazos bailando y un espantada.

Entre la remendada y descastada corrida hubo dos toros manejables que le correspondieron a Tomás Campuzano. Al primero, peligroso por el pitón derecho, le aprovechó la boyantía del izquierdo, mandando en los naturales. Al cuarto lo mismo, pero al revés. Brindó ese toro a la banda, que correspondió con un bello concierto. Campuzano corrió mucho y bien la mano y la faena habría alcanzado altos vuelos, de no ser porque la hizo toda entera con la suerte descargada, según acostumbra.

Lucio Sandín, en cambio, echaba la pata l'ante, que es forma ortodoxa y hermosísima de torear, lo mismo en los lances a la verónica que en las suertes de muleta. Sin embargo el toreo ortodoxo y hermosísimo era imposible pues le correspon género malo, parado, reservón. Sandín avisó que venía dispuesto a jugársela al recibir a su primero con una larga de rodillas y lo ratificó con la muleta, porfiando muy valerosamente entre los pitones.

La afición también tomó nota de Lucio Sandín, para la próxima, y borró de la agenda a Paco Ojeda, que después de tres actuaciones vacías y dos espaditas dóblás, sale de esta feria desvalorizado. Aunque no del todo, pues en el sexto salvó de la cogida a un banderillero, haciéndole el quite con oportunidad y acierto. Y estos detalles toreros tienen su asiento, con glosas marginales admirativas y puntuaciones altas, en las agendas de los buenos aficionados.

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