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FERIA DE SEVILLA

Derechazos sobre la candente

Torrestrella / Litri, CaminoNovillos de Torrestrella: chicos, gachos, pastueños. Litri: estocada baja enhebrada, pinchazo y bajonazo

(vuelta); dos pinchazos y media (vuelta); tres pinchazos y bajonazo (ovación y salida al tercio). Rafi Camino: pinchazo y estocada contraria (vuelta); estocada baja (oreja); estocada baja (ovación y saludos).

Plaza de la Maestranza, 1 de mayo (mañana). Novena corrida de feria.

Nos llevaron por la mañana a la Maestranza, y la mañana era tórrida; la Maestranza, un horno, candente el rubio albero. Sombrillas o paraguas, gorras de cartón o de paño, pañuelos con cuatro nudos o un periódico, todo le valía al público para protegerse de la torrefacción que venía imparable, inmisericorde, desde el primer minuto, las doce de la mañana, hora del aperitivo, de dar un paseo a los niños, de oír misa, de estar en la manifestación. Las doce de la mañana no es hora nunca de ver derechazos sobre la candente.

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En realidad, cualquier hora es mala para ver derechazos; ni a las cinco en punto de la tarde; sobre todo esos derechazos, monserga de pase ya más visto que la famosa Hilaria. Litri y Rafi Camino lo instrumentaban con denuedo. También el natural, pero menos y con más feo estilo. Algunos de esos derechazos les salían buenos -faltaría más, entre mil-, especialmente a Camino, que en el cuarto novillo mañanero los dio muy largos, muy templados, muy bien rematados y ligados. Mejor estuvieron en su voluntad de intervenir en los quites, por faroles o gaoneras Litri, por chicuelinas o delantales Camino, ambos a la verónica abriendo el compás, que les salían con altibajos, pero había torería, conocimiento del oficio. O en los comienzos de faena, Litri por estatuarios, Camino por ayudados; también en los finales, cuando para cuadrar ejecutaban el ayudado a dos manos, pase muy torero.

Entre principios y finales, muchos derechazos, cientos de derechazos. Litri se rebozaba de novillejo, miraba al tendido, se tiraba de rodillas; Camino se despegaba el asardinado chato-brocho, ensayaba un toreo ortodoxo, inspiraba olés con el trincherazo. Y, por supuesto, el de pecho-parón-de pecho, que lo practica toda la torería adicta al derechazo y a toda ella le sale bien. ¿Qué tendrá el de pecho-parón-de pecho para que haya prendido tanto y hasta los principiantes lo ejecuten a la perfección?

Con el curioso combinado se ha hecho millonario alguno; hasta lo consideran suicida por darlo. El de pecho-parón-de pecho algún día hervirá sobre la can dente con la misma profusión que los derechazos, o el salto de la rana de los años sesenta, o los pases de espalda de los años cincuenta. Cogen una moda los taurinos y no la sueltan. Ahora les ha dado por lo matinal, y cayendo zenital el sol, la corrida-derechazo es un extraño claroscuro de ascuas y sombras, que se ve entre reverberaciones.

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