Pepe Luis Vargas, el torero de San Miguel
Pepe Luis Vargas, que el jueves pasado sufrió una grave cogida en la primera corrida de la Feria de Sevilla, nació en la sartén de Andalucía, Ecija (Sevilla). Para los aficionados taurinos de Sevilla es el torero de San Miguel. Sus apariciones en la Feria de Abril nunca terminaron con el triunfo deseado, mientras que en la segunda feria de Sevilla, la de San Miguel, allá por el mes de septiembre, el ecijano siempre alcanzó sus cotas de triunfo más altas. También las alcanzó en otras importantes plazas, como Las Ventas, de Madrid, y Vista Alegre, de Bilbao, donde, después de haber sido el triunfador de la feria con una corrida dura, a la siguiente le contrataron con otra más dura aún.
Tomó la alternativa en Sevilla, un Domingo de Resurreción, 15 de abril de 1979. Enfrente reses de El Torero y una de Domecq Sainz de Rozas. Curro Romero le entregó los trastos del doctorado y Manili testificó la ceremonia. Pero desde entonces la fortuna no se alió con Vargas. Su primera tarde como matador se la amargó un negro zaíno de nombre Ofensor, que obligó a la presidencia a que sonasen los clarines, mientras los tendidos sólo le concedieron palmas.Vargas ha toreado desde entonces seis ferias de abril. El lunes de resaca de 1980 cortó su primera oreja a un toro de Guardiola. Una vuelta al ruedo fue su balance al año siguiente. En 1983 vovió a repetir trofeo, pero su regreso en el 1984 acabó sin trofeos.
Para la feria de 1986, Vargas consiguió colocarse tres tardes en los carteles. Pero de nuevo el infortunio impidió el éxito. La primera corrida fue el viernes de pre-feria con toros de hermanos Sampedro, Algarra y un sobrero de los Bayones. De la tenia se cayó Julio Robles, y Pepe Luis se enfrentó mano a mano con Tomás Campuzano a los seis enemigos. Fue un día de diluvio la corrida se suspenditó justo después de que Vargas hubiese estoqueado a sus tres enemigos. Ovación recogida en el tercio, aplausos y silencio fueron sus méritos para el público, aunque para muchos el mérito superó los límites del riesgo de la lidia, con un barrizal bajo las zapatillas.
En su segunda tarde jueves de farolillos, mató un toro de los Guateles y otro de Ramón Sánchez. Al primero le sacó faena y recogió una ovación desde el tercio, a pesar de que la res, toreada al natural, anduvo con los pitones a la altura de los flequillos. Al segundo, bronco, lo toreó con valentía y recogió aplausos. Para postre, Pepe Luis toreó la de Miura el domingo de feria. Ante un primero manso, terminó saludando desde los medios. En su segundo, con cuello de gaita, y derrotando, acabó como ante el de Barral del pasado jueves, con sus huesos en la enfermería, aunque con pronóstico reservado, y su cadera maltrecha.
Pepe Luis no desistió por ello. Este año, sólo tenía una oportunidad en los carteles. Una corrida, y unos toros, que tampoco eran de los que se guardan para las figuras. Y salió a jugársela. Pero el torero ya piensa más en la inactividad que en el dolor de la cornada, que según Ramón Vila se parecen a la de Curro Vázquez en San Isidro de 1982, la de Paquirri en Pozoblanco y la de Miguel Abellán, en Valencia.
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