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'Yonquis' entre rejas

Los reclusos de Carabanchel y Yeserías conviven con el tráfico y el consumo de drogas

La droga salta los muros de la cárcel. En las prisiones Provincial y de jóvenes de Carabanchel y en la cárcel de mujeres de Yeserías, la droga es, en mayor o menor medida, el pan de cada día. Desde las socorridas cápsulas de Rohipnol hasta el mortal caballo, todo vale entre rejas. Unos apuntan a los paquetes que reciben los reclusos; otros, a los muros, no demasiado altos; a las comunicaciones cara a cara o incluso más allá de los propios reclusos. Pero faltan pruebas: si acaso, algún que otro pequeño alijo al cachear a un visitante. El caso es que el alquiler de una jeringuilla, que puede usarse hasta 200 veces, se ha convertido en un negocio rentable dentro de la cárcel.

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"Yeserías es un desmadre general. Quien salga de allí sin probar la droga se merece un premio; si no vas a buscarla, vienen a ofrecértela", señala una interna de la prisión de mujeres. "Hace más de un año no era tan grave la cosa, tenías problemas hasta para encontrar chocolate. Pero ahora está tirado, todo está muy a la vista".De acuerdo con un estudio dirigido por los sociólogos Mary Pepa García Más y Fernando Soler, el 77% de las más de 350 internas de Yeserías consume habitualmente heroína. Estos datos se acercan a los facilitados por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, que estima que el 74% de las reclusas son adictas a esta droga, frente al 40,2% de adicción en la prisión provincial de Carabanchel.

Según el mismo estudio, el 55% de las reclusas toma algún tipo de droga todos los días, el 12% lo hace varias veces a la semana y el 5% reconoce haberlo hecho alguna vez. El informe, elaborado a partir de 44 encuestas a otras tantas internas, concluye que el paso por un centro del Tribunal Tutelar de Menores incide en una mayor facilidad para adquirir droga en prisión.

Los estupefacientes entran en Yeserías por varias vías: en paquetes, en las comunicaciones, por encima de la tapia que da a la calle... "En las visitas se concierta la hora y el sitio; se tiene en cuenta quién está de guardia ese día", señala la citada interna.

"No hay mafias organizadas, digamos que cada una funciona a su aire. Sabes que si no encuentras la droga en un sitio lo tienes en otro, igual que en la calle. Todo se consume prácticamente por igual, desde las pastillas de Rohipnol hasta el caballo. Por un caja de Rohipnol, que en la farmacia vale 200 pesetas, puedes sacar hasta ocho libras (billetes de 1.000 pesetas). Por un gramo de heroína te pueden dar hasta 60.000 pesetas, y por 25 gramos de chocolate, 40.000 pesetas. Cocaína también hay, y muy rica".

Las jeringuillas pasan de mano en mano con una facilidad pasmosa. "Se utilizan la tira de veces, durante más de un año", continúa la reclusa. "Por el alquiler se puede pedir 500 pesetas o media dosis. Desde luego, si uno se lo propone se hace rico con esto. El mono lo vence una misma. Si es muy fuerte, te llevan a enfermería, te ve un psiquiatra y vuelves todas las tardes para inflarte a pastillas".

Centro de jóvenes

El problema parece menos grave en el centro preventivo de jóvenes de Carabanchel, con más de 300 internos entre 16 y 20 años. Según el testimonio de varios reclusos, "no es tan fácil conseguir droga aquí dentro". Aun así, y de acuerdo con otro estudio dirigido también por Mary Pepa García Más y Fernando Soler, el 68% consume alguna sustancia tóxica (el tabaco, el alcohol, los porros y las anfetaminas están incluidos en este apartado). Un 66% de los internos reconoce un mayor o menor grado de adicción a la heroína.Gran parte de la droga entra por encima del muro que separa la segunda galería de la prisión de jóvenes de la quinta galería de la prisión provincial. El resto es introducida normalmente en paquetes. Según el testimonio de reclusos y funcionarios, en las relaciones cara a cara apenas entran dosis.

La sustancia más consumida, y la más fácil de adquirir, es el Rohipnol. Le siguen, por orden, la heroína, el hachís y la cocaína. Las jeringuillas se comparten a cambio de una cantidad de dinero o de dosis de droga. "¿El mono? Nos lo comemos nosotros mismos", señala un recluso de 20 años. Según un educador con experiencia en el tema, "aunque no llega a haber mafias internas, la droga está normalmente tras los conflictos entre internos

Contra la droga

En la prisión provincial de Carabanchel -entre 2.200 y 2.400 reclusos- funciona la Asociación Víctimas de la Droga, que cuenta con 150 miembros. El tráfico interno en Carabanchel esta más organizado, según fuentes próximas a la prisión provincial. "Hay un reducido número, formado en gran parte por reclusos extranjeros, que controla la entrada de droga por distintos medios", afirman estas fuentes. "Suelen echar la culpa a las comunicaciones cara a cara, pero por ahí no entra apenas".A lo largo del pasado año se produjeron varias detenciones de personas que intentaban introducir droga en la cárcel. Casi siempre fueron pequeños trozos de hachís o papelinas de heroína.

El alquiler de jeringuillas es también un negocio próspero en esta cárcel. "Para afilar la aguja se usa la lija de una caja de cerillas, porque con tantas veces que se utiliza se despunta", afirma J. M. P., miembro de la Asociación Víctimas de la Droga. Según este recluso, una aguja puede utilizarse hasta 200 veces, a 300 pesetas el alquiler.

Y cuando el mono aprieta sólo caben dos opciones: o la enfermería o el hospital psiquiátrico penitenciario, donde los presos toxicómanos reciben un tratamiento de choque con analgésicos, somníferos y ansiolíticos para superar la angustia.

La desesperación del drogadicto llega a extremos tales como el de pedir voluntariamente su ingreso en prisión para desintoxicarse. Éste fue el caso de Francisco Javier Albarrán, el arrepentido de la heroína, que se entregó en marzo de 1985 a la policía. "Me entregué para curarme", declaró Albarrán entre rejas.

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