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"Nadie entra aquí con el síndrome de abstinencia"

"Todos los reclusos que ingresan en la cárcel de Carabanchel, unos 500 al mes, pasan por la enfermería. Aproximadamente 125 de ellos son toxicómanos en escalas distintas, claro, pero nadie entra aquí con el síndrome de abstinencia, porque si lo están pasando son atendidos en un centro médico antes de traerlos", declaraba recientemente Eusebio Hernández Rueda, director del citado centro penitenciario hasta hace 15 días, con motivo de un reportaje sobre el SIDA entre los toxicómanos presos en Carabanchel.Según Hernández Rueda, en la cárcel son más los factores que ayudan a abandonar el consumo de droga que los que lo

provocan. El director de la cárcel de Carabanchel señala entre los primeros las dificultades para hacerse con una jeringuilla. "En la calle tienen más riesgo que aquí; para empezar, aquí no hay dinero, y el tráfico se reduce al minitráfico de familiares y amigos que introducen la droga en los encuentros cara a cara y en los paquetes. Este tráfico es imposible de detectar porque paralizaríamos el servicio"."Yo sigo creyendo", continúa Eusebio Hernández, "que hay droga, dura y blanda; no voy a ser tan ingenuo, pero hay mucho menos que antes. Lo que se consume en mayor cantidad son fármacos, Rohypnol fundamentalmente, que es la droga del pobre, la droga barata".

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En opinión del sociólogo Fernando Soler, Ia droga ha sido un tema tabú en la cárcel". "Resulta sorprendente descubrir que el 70% de los reclusos se droga", añade, "y que la mayoría comenzó a inyectarse heroína entre los 14 y los 16 años. El grado de adicción aumenta casi siempre proporcionalmente al número de veces que han sido detenidos"."SI la Administración ha reconocido por fin que existe consumo de drogas en la cárcel", señala Soler, "no se explica cómo no reparte jeringuillas entre los reclusos para evitar la extensión del SIDA y otras enfermedades infecciosas. También se echan en falta medidas de rehabilitación para tratar a los presos drogadictos".

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