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Crítica:26ª SEMANA DE MÚSICA RELIGIOSA DE CUENCA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Encantos del Viernes Santo y desencantos del jueves

Como preludio a los "encantos del Viernes Santo", o sea, Parsifal, los asistentes a la 26ª Semana de Cuenca tuvieron los "desencantos" del jueves. Se esperaba nada menos que a Christopher Hogwood, sus músicos y cantores, para Athalia, de Haendel, prácticamente nuevo entre nosotros. Al prestigio de los Intérpretes y al gusto actual por el barroco se unía la reciente y gran "bendición": la versión discográfica de la obra en versión del mismo director y grupo. Pero los efectos en cadena producidos por las recientes huelgas en las líneas aéreas, y también la rigurosa interpretación de sus deberes por parte de !os británicos, dejaron a Cuenca compuesta y sin Haendel. López de Osaba se movió en firme: consiguió especiales, llegaron a la Ciudad Encantada parte de los músicos británicos, pero tras dos reenvíos -de las seis a las ocho : de las ocho a las diez-, cuando todos estaban ya en Madrid y disponían de un autobús de lujo para trasladarse a Cuenca, los aludidos rigurosos determinaron que el horario se había cumplido y que, por tanto, no había caso de concierto, ni tampoco de viaje.

Parsifal

Versión de concierto, de Wagner.Intérpretes: F. Grundheber, Artur Korn, H. Stamm, R. Goldberg, 0. Hillebrandt, B. Lindholm, T. Schulze, D. Schweikart, H. Hartwig, A. Trauboth, S. Arneson, R. Behle, G. M. Ronge, S. Hermann. Orfeón Pamplonés (J. A. Huarte). Orquesta Filarmónica Hungárica. Director: Henrich Hollreiser. Coproducción de la Semana de Música Religiosa de Cuenca y el INAEM. Cuenca, 17 de abril.

¡Gran desencanto! Claro que el viernes, ante el suceso de un Parsifal completo, en versión de concierto, todo quedó olvidade y la semana continuó su curso brillante.

Efectiva versión

Desde el mediodía, los melómanos conquenses y los llegados de otros muchos puntos -incluidos corresponsales de la Prensa italiana (Restagno) y británica (Petit)- subieron al improvisado Festspiel para gozar de una no demasiado mística pero sí autorizada y efectiva versión de Parsifal, llevada con profesionalidad consumada por Henrich Hollreiser al frente de la Orquesta Filarmónica Hungárica, el Orfeón Pamplonés (director, Jose Antonio Huarte) y un espléndido cuadro de solistas.En lugar de Ingrid Bjoner hizo la Kundry la sueca Berit Lindholm acreditada wagneriana tanto en Bayruth como en Barcelona. Ya ha cumpldo los cincuenta, pero venció todas las dificultades de su parte. Excelentes de medios y estilo, Franz Grundheber (Amfortas), Artur Korn (Titurel), Oskar Hillebrandt (Klingsor) y Harald Stamm, bien conocido de los madrileños, en Gurnemanz. Contrastó con ellos el específico y casi misterioso carácter de Parsifal, a cargo de Reiner Golfberg. Magnífico el orfeón, con mención especial para las voces femeninas en las muchachas-flo-res, y potente, flexible y disciplinada la orquesta, si no de primera categoría, sí de muy justificadas y doradas cuatro estrellas.

El ámbito de la iglesia de San Miguel acusaba lo que la obra tiene de falsa religiosidad, aunque éste es asunto en el que nadie acaba de pronunciar palabras definitivas. Un ortodoxo como Manuel de Falla la contaba entre las "sublimes manifestaciones del arte de todos los tiempos" y veía en ella "amor y reverencia" religiosas, "a pesar de ciertos conceptos extraños que menguan el carácter religioso de su dramatismo".

Religiosidad

Un Eugenio Montale, en cambio, encuentra en Parsifal una ópera de religriosidad, no de religión: " La arribada de Wagner a un cristianismo órfico y ferrestre, hecho de compasuón y de renuncia, de piedad y aleamiento", "un cristianismo entendido como aristocracia caballeresca, selección de espíritus elegidos (de sangre germánica), un mito que no implica trascendencia más allá de la poética". A buen seguro, el Bruckner de los motetes y la Misa en fa menor se acomoda mucho mejor al ámbito eclesial. Pero, en definitiva, importa la suprema, sencilla y sabia belleza de Parsifal como música, y en esto don Manuel tiene toda la razón, como lo demuestran no sólo sus palabras, sino el eco parsifaliano que recibe Atlántida en algunos pasajes profanos (Laspléyades) y en otros religiosos (La noche suprema) en los que utiliza el mismo amén de Dresde que encandiló no sólo a Wagner, sino antes a Mendelssohn en la Sínfonía de la reforma. Claro que Falla escribe, como él mismo decía, "de rodillas" y su espiritualidad no sólo cuadra con el templo, sino que casi lo exige como ámbito ideal. El éxito fue más hondo que el reflejado en las largas ovaciones. Se advertía mejor en un "estado de satisfacción" de los presentes, fueran o no especialmente wagneradictos.Una gran jornada y una nueva escalada en la ambición de las semanas de música religiosa de Cuenca. A destacar el comentario de Eduardo Pérez Masedia, un wagneriano sin furor, y la edición del texto tornado de la vieja traducción de Editorial Maucci, Barcelona.

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