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Espías

Siempre es una tentación considerar los casos de espionaje de la vida real en los mismos términos que las novelas de espías. Si el asunto del Ariane puedeverse como una intriga de John Le Carré, el embrollo de Los rojos en la cama de la Embajada de EE UU en Moscú podría tratarse de un argumento de Robert Ludlam.Pero el espionaje es una cosa muy seria, y si hay una lección que el mundo occidental debe aprender de los últimos acontecimientos es que, a pesar de todas las reformas que tienen lugar en la Unión Soviética de Mijail Gorbachov, el KGB parece determinado a seguir informándose de los secretos políticos, militares y tecnológicos de Occidente. Es evidente que el Kremlin se alegra de la humillación pública que sufren los norteamericanos tras saberse que la seguridad de la más importante misión de ultramar estuvo infiltrada por las mata haris soviéticas que ofrecieron sus favores a los marines de la embajada. Es una victoria en casa para los rusos.

Por otra parteJos soviéticos niegan tajantemente la implicación de sus funcionarios en el escándalo del espionaje del Ariane en Francia. No podía venir en peor momentó para Gorbachov, que trata denodadamente de atraerse a la opinión pública europea. En particular, amenaza con estropear la visita a Moscú que Jacques Chirac tenía prevista para finales de este mes, tan importante para los soviéticos como la que acaba de realizar Margaret Thatcher.

, 7 de abril

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