Los obispos españoles y el Vaticano boicotean la recepción que ofreció la Embajada de España tras la ceremonia
La tradicional recepción de la Embajada de España ante la Santa Sede con motivo de la beatificación de los cinco nuevos beatos fue prácticamente boicoteada ayer tarde, tanto por parte del episcopado español como de los altos cargos de la secretaría papal. De España habían llegado a Roma para la ceremonia el impresionante número de 42, entre obispos, arzobispos y cardenales. A la recepción de la embajada no se presentó ningún cardenal, nigún arzobispo, y asistieron tan sólo cuatro o cinco obispos, entre ellos, los de Sevilla y Guadix.
Tampoco asistió ningún cargo importante de la Secretaría de Estado del Vaticano, ni el secretario de Estado, Agostino Casaroli, ni el responsable de los asuntos públicos de la Iglesia, Achile Silvestrini, ni siquiera el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo español Eduardo Martínez Somalo, que jamás falta a estas recepciones si no es por causa de fuerza mayor. Esta vez el sustituto del Papa ni fue a la recepción ni presentó ninguna excusa.Ya el sábado se había notado en la comida oficial ofrecida por el embajador, Gonzalo Puente Ojea, la ausencia de Somalo, a pesar de haber sido calurosamente invitado. Sin embargo, a la recepción de ayer asistió un cardenal italiano, monseñor Luigi Dadaglio, ex nuncio en Madrid, y el francés Roger Etchegaray, presidente de la Pontificia Comisión Justicia y Paz. Si quedaba alguna duda de que el Vaticano no ha visto con buenos. ojos el que el Gobierno de Madrid no haya enviado a Roma una delegación importante para celebrar las beatificaciones de los primeros mártires de la guerra civil, ayer quedaron completamente disipadas.
Lo cierto es que la beatificación de las tres religiosas carmelitas ha enfriado las relaciones entre España y el Vaticano. Por parte de la actual Administración española no se veía con buenos ojos el que se abrieran viejas heridas que podrían contribuir a recordar los pasados tiempos de enfrentamiento entre las dos Españas. De ahí el que en un primer momento el Gobierno de Madrid decidiese no enviar a Roma ninguna representación oficial, como se ha venido haciendo muchas otras veces en estos casos, encargando al embajador ante la Santa Sede, Gonzalo Puente Ojea, que representara él al Estado. Se produjeron entonces presiones de la Secretaría de Estado vaticana para que, precisamente en esta ocasión, "como gesto de buena voluntad", el Gobierno español enviara una representación importante, ya que al Vaticano no le bastaban los alcaldes de las ciudades de donde son originarios los nuevos beatos.
El Gobierno escuchó sólo en parte al Vaticano, mandando como representante al vicepresidente del Congreso de los Diputados, el socialista Leopoldo Torres, pero el Vaticano siguió pensando que era poco.
Ya a la comida oficial del sábado pasado, organizada por el embajador, Gonzalo Puente Ojea, no asistió ninguno de los cardenales españoles que se encontraban ya presentes en Roma, ni siquiera monseñor Suquía, recién nombrado presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Nadie brindó
Durante la comida, tras el brindis del embajador, presentes varios arzobispos y obispos españoles, ninguno de los prelados se levantó a responderle, por lo que Puente Ojea se vio obligado a solicitar al cardenal italiano Sebastiano Bagio, presente en la comida, junto con los cardenales Innocenti y Willebrande, que pronunciase él unas palabras, cosa que el cardenal, gran amigo del Opus Dei, hizo en perfecto castellano.
De ahí también el que el papa Wojtyla, al saludar ayer en San Pedro, en la capilla de la Piedad de Miguel Ángel, a la delegación oficial española, que le iba presentando el embajador Puente Ojea, estuviese más bien frío, limitándose a darles la mano a cada uno sin pronunciar una sola palabra con ninguno.
El delegado del Gobierno, Leopoldo Torres, subrayó aquí en Roma que estas beatificaciones de los primeros mártires de la guerra civil han sido posibles gracias a la normalización en España de la democracia. Al contrario, el postulador de la beatificación de las tres már tires carmelitas había afirmado días atrás que dichas beatificaciones son importantes, "habida cuenta de la actual situación por la que está atravesando la Iglesia en España".
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