Cerha estrena en el Liceo la versión completa de 'Lulú'
El director realizó el tercer acto de la ópera
El 24 de febrero de 1979, en la ópera de París, el compositor, violinista y director austriaco Friederich Cerba veía culminado un trabajo que le había mantenido ocupado durante más de 10 años de su vida: el estreno de la versión completa, en tres actos, de la ópera Lulú, de Alban Berg, bajo la dirección musical de Pierre Boulez y escénica de Patrice Chérau. La "interrupción brutal" que, según él, suponía acabar la obra de Berg al final del segundo acto quedaba por fin como recuerdo de una historia iniciada en Zurich el 2 de junio de 1937, cuando la Lulú se dio en estreno absoluto. El próximo Iunes, la versión de Cerha, dirigida por él mismo, se estrena en España desde el Gran Teatro del Liceo.
"Desde muy joven había estado en contacto con la Sociedad Internacional de Música Contemporánea (SIMC) como violinista y compositor. Allí conocí discípulos y amigos personales de Schönberg, y, a finales de los cuarenta empecé a interesarme por la Lulú", manifiesta este personaje menudo, relajado, pero de penetrante mirada.Cerha nació en Viena en 1926. Se formó en la Academia de Música y Bellas Artes de su ciudad natal, cimentándose en el estudio del violín, la composición y la pedagogía. Sus amplios intereses culturales le llevarían a frecuentar la Universidad, donde estudió germanística y filosofía, doctorándose en esta última disciplina. En 1959 pasó a formar parte del profesorado de la Escuela Superior de Música para impartir clases de composición e interpretación de música contemporánea. Como compositor, ha producido música orquestal y de cámara, y también una ópera, Baal (1981), que malas lenguas aseguiran estar muy próxima a Berg.
Misión histórica
El signo inequívoco de la misión histórica que Cerha estaba destinado a cumplir le llegó el 9 de junio de 1962, cuando Karl Böhm dirigió en el teatro Van der Wien la versión en dos actos: "Me di cuenta de que algo no funcionaba en ese complejo organismo viviente del cual no se puede separar ningún componente sin poner en peligro la existencia misma de la obra. Por ello, al día siguiente de la audición, me puse en contacto con la editorial Universal, para que me proporcionara todo el material que poseía sobre el tercer acto".
El material era abundante, más de lo que los detractores de la idea de acabar la ópera solían pensar. En primer lugar, Cerha contó, como fuente principal, con el manuscrito de trabajo de Berg: en total, 141 páginas numeradas con anotaciones de voces, dinámicas, tiempos, orquestación y también indicaciones es cénicas. Dispuso también de la reducción para voz y piano realizada por Erwin Fischer: "Lo primero que hice con todo este material fue estudiarlo a fondo para ver si realmente la empresa que me proponía era factible. Tardé dos años para concluir que sí lo era. No tenía que añadir ni sacar nada; se trataba sólo de poner, en práctica las indicaciones dejadas por Berg". En una relación publicada por la Universal Edition en 1979, Cerha calificaba su trabajo de simple "realización", oponiéndola a las de arreglo, orquestación o complementación de la obra.
"Existían indicaciones muy claras sobre los personajes, asociados no precisamente a un leitmotiv de tipo wagneriono, más bien a un leitgedanke, una idea musical conductora", continúa Cerha. "Las dos escenas del tercer acto son una reexposición de los dos primeros actos. Después del estreno en 1979 se produjeron algunas reacciones ciertamente sorprendentes: alguien dijo que el principio del tercer acto sonaba diferente, alejado de Berg, cuando precisaniente se trata de 58 compases que el compositor dejó acabados y pasados a limpio. En cambio, se consideró muy pertinente la escena de París, que es precisamente la que carecía de menor número de detalles originales".
La empresa de Cerha tuvo que superar notables dificultades de tipo moral: para la viuda de Berg -que en vida y en su testamento se opuso- radicalmente a la terminación de la obra- y para los allegados a la Segunda Escuela de Viena, encabezados por Joseph Polnauer, el tercer acto de Lulú atentaba contra las buenas costumbres, al aparecer en él la protagonista como una prostituta a punto de ser enviada a un burdel de El Cairo: "Para mí", concluye Cerha, "este acto representa la justificación de la posición de Lulú, pues en realidad se opone a ser vendida como mercancía. Me parecce mucho más inmoral la conclusión del segundo acto, cuando Lulú, estirada sobre un diván, pregunta a AIwa si no es en ese mismo diván donde murió su padre, asesinado por la propia Lulú".
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