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¿Qué modelo de televisión?

El rechazo por parte del consejo de administración de RTVE del proyecto de otorgar un mayor margen de autonomía al centro de Cataluña (Sant Cugat) quizá ha pasado inadvertido o no ha sido valorado como muy importante por un gran sector de la opinión pública. Muchos lo han visto seguramente como un problema técnico o como una simple querella de profesionales. Sin embargo, se trata de un problema político muy importante.Como es sabido, lo que se pretendía era que el centro de Sant Cugat pudiese desconectar de la red general unas horas al día, en momentos de audiencia importante, para transmitir programas propios en el ámbito de Cataluña. El consejo de administración de RTVE lo ha rechazado, pese al resultado altamente positivo de las experiencias va realizadas al respecto, con el argumento político de que "el aumento de desconexiones regionales en las dos cadenas de Televisión Española, que pudiera constituir la práctica regionalización de las mismas, desvirtuaría el carácter estatal que les otorga el estatuto de Radiotelevisión".

Este argumento plantea de entrada un serio problema, a saber: ¿por qué la regionalización desvirtúa el carácter estatal de RTVE? Es como afirmar que el Estado sólo es el poder central y que las comunidades autónomas no lo son. O, si se quiere, equivale a decir, en el terreno político-administrativo, que toda transferencia de competencias a una comunidad autónoma desvirtúa el carácter estatal del poder político y de la Administración, cuando lo que afirma nuestra Constitución es que "el Estado se organiza territoríalmente en municipios, en provincias y en comunidades autónomas y que, por consiguiente, estas entidades son Estado y no sólo no desvirtúan el carácter estatal de nuestro sistema político sino que le dan su pleno significado". Puede parecer que ésta es una simple polémica jurídica, una querella formal, pero entiendo que no es así porque el argurnento del Consejo de Administración de RTVE es un argumento político que hace de la regionalización televisiva un elemento distorsionador del Estado y, por consiguiente, entiende que el verdadero Estado, el Estado recto, auténtico y no distorsionado, es sólo el poder central.

Se me dirá que el consejo de administración de RTVE no es un órgano político y que no hay que sacar las cosas de quicio. Pero ahí esta precisamente el problema, porque a menudo los obstáculos principales para el desarrollo de las autonomías y de la descentralización provienen de órganos y de sectores de la Administración que no son políticos en sí mismos. Pero sus decisiones tienen enormes efectos políticos, y éstos se acaban imputando siempre al Goblerno, si éste no los denuncia a tiempo o no explica suficientemente su posición.

Con esta reafirmación explícita del centralismo más tradicional, la decisión del consejo de administración de RTVE plantea además un serio interrogante sobre el modelo televisivo general. La Constitución define a España como un conjunto plural de nacionalidades y regiones, y esto significa una diversidad de situaciones sociales, culturales y lingüísticas, diversidad que debe ser reconocida y tratada como tal desde todos los organismos públicos. Una sociedad plural exige instituciones públicas que expresen este pluralismo.

En lo que concierne a la televisión, en Cataluña existe ciertamente una pluralidad de instituciones. Pero con su decisión, el consejo de administración de RTVE impide que una de ellas cumpla plenamente su función. RTVE tiene en Sant Cugat un gran equipo de profesionales, ahora maltrecho por las dimisiones de sus principales responsables, y, unas instalaciones infrautilizadas que sólo sirven para suministrar a la red general de RTVE informaciones locales o regionales o para elaborar algunos programas generales -cada vez menos-, pero no para incidir de manera significativa en la política informativa y cultural de Cataluña como comunidad autónoma con una lengua propia. Esto deja el terreno libre para que TV-3 aparezca como la única televisión propiamente catalana, mientras TVE, desde Torrespaña o desde Sant Cugat, aparece como una televisión que sólo trata los problemas de Cataluña de manera marginal, como problemas meramente locales y, desde luego, como una óptica lejana y en horas de baja audiencia. Ya sé que esto no es exactamente así, que los excelentes profesionales de Sant Cugat y otros no menos excelentes profesionales de Torrespaña han trabajado mucho para paliar este efecto distorsionador, pero siempre han luchado en inferioridad de condiciones y el resultado global es, guste o no guste, el que acabo de decir.

Resulta, pues, que este pluralismo institucional -RTVE y TV-3- no puede expresar el auténtico pluralismo social y cultural de Cataluña, y esto permite después las consabidas manipulaciones políticas. Naturalmente, la vida política no se agota en la televisión ni ésta puede por sí sola orientar el conjunto de una sociedad en un sentido u otro. Pero también es cierto que la televisión es hoy por hoy un instrumento fundamental de formación de la opinión pública y que cuando en una sociedad como la catalana el nacionalismo intenta monopolizar la significación profunda del sentimiento catalán, identificándolo con un solo partido y con un solo gobernante, la lucha por el reconocimiento del pluralismo político, social y cultural, desde Cataluña y su realidad lingüística, es realmente decisiva.

Por eso es tan importante el vroblema del modelo de nuestro sistema de televisión. Naturalmente, no es el consejo de administración de RTVE el que va a terminar de definir este modelo, puesto que ésta es tarea del poder legislativo y del ejecutivo, pero su opinión colectiva es muy importante para saber por dónde pueden ir las cosas. Por eso creo que si el criterio expresado en este caso por dicho consejo de administración no es rectificado o desmentido, el modelo que aparece es el de una RTVE fuertemente centralizada, que trata por igual a sus circuitos regionales -independientemente de las situaciones lingüísticas, por ejernplo- como simples instancias locales de complemento, es decir, como instancias secundarias y carentes de entidad propia. En las comunidades autónomas con situaciones lingüísticas específicas, RTVE renuncia a una política propia y deja el terreno libre a las televisiones autonómicas, con todas las implicaciones políticas que esto puede acarrear.

A mi parecer, éste es un modelo profundamente negativo. El Estado no es sólo el poder central, y por eso el pluralismo de cada nacionalidad y de cada región debe ser expresado desde el centro y desde cada una de ellas a través de instituciones públicas también plurales, no estableciendo líneas divisorias rígidas entre las que encarnan el Estado central y las que encarnan la nacionalidad o región.

Esto es especialmente importante ante el anunciado reconocimiento de la televisión privada, un paso posiblemente necesario pero que por sí mismo no asegura el pluralismo. Todo depende de cómo se regule, pues se trata, en definitiva, de poner en manos de grupos muy poderosos un instrumento decisivo para la vida política y social, y por ello se habrán de exigir garantías muy serias de respeto al pluralismo real de nuestra sociedad y de las naciónalidades y regiones que forman España.

Conviene, pues, que nos aclaremos. O éste es el modelo o no lo es. Si no lo es, que se nos diga y se tomen las medidas necesarias para demostrarlo. Si lo es, que se nos diga si lo que hay detrás es una actitud política definida, una peligrosa inconsciencia o una voluntad suicida.

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