Seriedad de corrida de toros
La novillada de ayer en Las Ventas tenía trapío, los novilleros la lidiaron con pundonor, el público exteriorizó con ecuanimidad sus juicios y había tanto en el ruedo como en el tendido ese clima de seriedad que debe caracterizar a las corridas de toros.No como otras... No como en Valencia y sus festejos falleros, sin ir más lejos, donde el ambiente fue de chundarata, empezando por los toros, la mayor parte de los cuales no presentaron el trapío, ni exhibieron la fuerza, ni exterioriza ron los problemas de esos novillos que salieron pidiendo guerra en el coso venteño.
La seriedad en la corrida no excluye la fiesta. La seriedad en la corrida significa que se respetan las reglas del juego: el toro ha tener trapío y casta; el torero, valor; la presidencia debe desempeñar con prudencia, equidad y rigor su cometido, y si el público sabe valorar lo que sucede en el ruedo, está en su papel. Esas son, en efecto las reglas del juego, y a partir de ahí emoción y diversión se darán por añadidura.
Segura / De los Reyes, Fernández Meca, Cuéllar
Nove Francisco Segura, con trapío, que dieron juego. Juan de los Reyes: pinchazo saliendo arrollado, otro y estocada corta (algunas palmas y saludos); pinchazo hondo y descabello (silencio). Fernández Meca: Estocada trasera baja, rueda de peones -aviso con retraso- y dos descabellos (división y saluda); dos pinchazos, se retira lesionado a la enfermería y descabella De los Reyes (silencio). Juan Cuéllar: cinco pinchazos -aviso- y descabello (aplausos y saludos); pinchazo y media atravesada (petición y vuelta).Plaza de Las Ventas, 22 de marzo.
El público de Las Ventas se divirtió con la novillada. Las reses tenían casta, los toreros eran valientes, y había emoción. Si luego las faenas no pudieron ser brillantes, la responsabilidad se carga, a partes iguales, en la dificultad de los novillos y en los limitados recursos de los diestros que, al fin y al cabo, son novilleros. Ya irán aprendiendo.
Irá aprendiendo, por ejemplo, Juan de los Reyes, a dar mayor distancia a los cites pues, tan en corto como los hacía, ahogaba las embestidas. La de su primer novillo era buena y no pudo aprovecharla del todo pues, tomado muy de cerca, apenas le dejaba espacio para meter la cabezada y completar el recorrido de la suerte.
Fernández Meca irá aprendiendo también que ligar es bueno, en la calle y en el ruedo. Se reveló muletero de buen corte, aunque no le faltaban los vicios taurinos de la época, como meter el pico, y en estas que un espectador le animó desde el lejano tendido: ¡Vamos a echar la patita pa l'ante! Fernández Meca aceptó el reto, citó a ese su primer novillo ofreciendo el medio-pecho -que decían los clásicos-, adelantó el engaño, cargó la suerte... Sí, pero olvidó la ligazón y desembocó en el otro vicio taurino de la época: el unipase. Al quinto, de media arrancada, lo porfió, obligó y enceló, y si los muletazos no salían remataos, la culpa era de la mediocre condición del novillo.
Otros novillos con dificultades le correspondieron a Juan Cuéllar y no los dudó en ningún momento. Si las primera embestidas eran inciertas, las aguantaba, y a fuerza de consentir y obligar, logró encelarlos. A su primero, ya muy avanzado el trasteo, le cuajó tres estupendas series de redondos, que se j alearon. Abrió con ellos la puerta del triunfo, y poco después la cerró a cal y canto, por matar pésimamente.
El sexto le pegó un volteretón impresionante, pero no le arredró y continuó la faena con un valor creciente, dejándose ceñir los pitones en los redondos y en un par de manoletinas, en las que aún no se explica cómo pudo librar la cornada. De nuevo tenía Cuéllar ganada la oreja y de nuevo la perdió con la espada. No fue infortunio. La suerte suprema -la estocada- es parte fundamental de la lidia. Un principiante que quiere llegar a figura, el volapié ha de practicarlo con tanta soltura como el derechazo ese.
Babelia
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