Derechización finlandesa
LAS ELECCIONES celebradas el pasado fin de semana en Finlandia indican una leve inclinación del electorado de ese país hacia la derecha, motivada en primer lugar por la seriedad de los problemas económicos que padece y la consiguiente erosión de los socialdemócratas, que han gobernado allí desde hace varios lustros. La sorpresa de estos resultados con respecto a lo previsto por los sondeos consiste en lo exiguo de los cambios que se han operado. Los conservadores aparecen como vencedores porque ganan nueve escaños y su grupo parlamentario queda muy cerca del socialdemócrata. Sin embargo, solamente han aumentado en un 1% su porcentaje de votos.En cuanto al partido socialdemócrata, que en las elecciones anteriores (1983) había obtenido un fuerte avance, esta vez ha sufrido un retroceso del 2,5% de sus votos. Pero ello se refleja: en la pérdida de solamente un escaño parlamentario. Y con 57 diputados, sigue siendo el primer partido del espectro parlamentario finlandés. Por otra parte, dos de sus aliados en el actual Gobierno de coalición han aumentado su representación: los centristas y los liberales suecos.
En términos matemáticos, después de estas elecciones existe, pues, la posibilidad de un nuevo Gobierno sin el partido conservador, lo que prolongaría la marginación de ese partido, que dura desde 1966. Pero esa hipótesis es poco probable en el orden político: por un lado, no parecen existir diferencias profundas que hagan imposible un programa aceptable para socialdemócratas, conservadores y centristas. Por otro lado, en el partido conservador predomina ahora el ala moderada. Otros rasgos interesantes de las elecciones finlandesas recuerdan fenómenos semejantes en otros países europeos. Por ejemplo, la rapidez con la que se ha esfumado el avance del Partido Rural, obtenido en 1983 a fuerza de demagogia populista y que ahora ha sufrido una severa derrota.
Un hecho limitado pero significativo es el avance de los verdes, que pasan de 2 a 4 diputados, con un voto predominantemente juvenil. Por otro lado, la abstención ha aumentado en cerca de un 10% respecto a los anteriores comicios y ha afectado en particular a zonas urbanas y a los votantes más jóvenes. Ambos datos confirman la gravedad de un problema que se plantea en casi toda Europa y del que en España tenemos ejemplos bien tangibles: la existencia de amplios sectores de la juventud que dan la espalda al sistema tradicional de partidos porque no encuentran en él cauce para sus aspiraciones.
Los comunistas, desde la II Guerra Mundial, han desempeñado un papel importante en la política finlandesa. Durante mucho tiempo su base electoral se situaba en torno al 25% de los votos. Cuando, en el período de la guerra fría, los comunistas fueron excluidos de los Gobiernos en casi toda Europa, Finlandia, país fronterizo con la Unión Soviética, fue la principal excepción. Esa colaboración gubernamental, que se mantuvo hasta 1982, no se debía únicamente a factores de política interna, aunque los socialdemócratas la facilitaron.
Tal colaboración estaba determinada por la presión de la URSS, que utilizaba esa presencia comunista en el Gobierno como canal de su influencia. A la vez, Moscú nunca ha disimulado su intervención en los problemas internos de los comunistas finlandeses, ayudando a los prosoviéticos y esforzándose simultáneamente por evitar una escisión que redujese la fuerza del partido comunista. En las últimas elecciones, un hecho significativo ha sido la actitud distinta, más distanciada, que ha adoptado la Unión Soviética. Los comunistas se han presentado divididos en dos partidos y han perdido votos, sobre todo el sector prosoviético.
La creación del próximo Gobierno de Finlandia dará lugar, sin duda, a negociaciones largas y laboriosas, producto de la propia composición parlamentaria. Pero, en todo caso, incluso si los conservadores vuelven al Gobierno, ello no afectará a la política exterior. Existe un consenso entre todos los partidos en el sentido de aceptar una política exterior de neutralidad y buenas relaciones con la URSS. A partir de su peculiar situación se ha acuñado el término definlandización para indicar un posible futuro de Europa occidental sometida a la dominación de la URSS. Es una generalización abusiva.
El caso de Finlandia es totalmente específico; fue parte del imperio zarista hasta la revolución de 1917 y al término de la II Guerra Mundial estaba en el campo de los vencidos, lo que facilitó las injerencias soviéticas. Sin embargo, la evolución ulterior se ha traducido en una afirmación creciente de la soberanía de Finlandia. Y, dentro del marco consensuado de una política exterior de neutralidad, el juego de los partidos y la democracia parlamentaria se desarrollan plenamente.
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