Brasil estrena nuevos gobernadores, inmerso en una grave crisis económica tras el fracaso del 'plan cruzado'
La andadura de los gobernadores de los 23 Estados de Brasil, vencedores en los comicios celebrados en noviembre del año pasado, cuando los partidos oficialistas obtuvieron una victoria absoluta, ha comenzado esta semana sin demasiado júbilo, con el panorama desolador de la aguda crisis económica tras el fracaso del plan cruzado, la moratoria del Gobierno al pago de la deuda externa y la incertidumbre sobre el futuro político. El acto de investidura se celebró el pasado domingo, pero sólo en los Estados de Bahía y Pernambuco (donde triunfaron los candidatos de izquierda) y en Minas Gerãis y São Paulo el pueblo salió a las calles para festejar el hecho.
Los nuevos dirigentes deberán afrontar de inmediato un panorama desolador: los Estados se encuentran, como el país, en quiebra. Las promesas espectaculares de la pasada campaña electoral tropiezan con la evidente falta de dinero.Pero la gran preocupación de los políticos va más allá. A partir de ahora, el presidente de la república, José Sarney, tendrá otros interlocutores, en las personas de los 23 gobernadores, cambiando así el delicado panorama político interno. Ya no serán los dirigente de partidos y los parlamentarios los únicos que presionen al frágil presidente.
La duración del mandato presidencial, la principal cuestión política que vive actualmente el país, tiene desde este momento nuevos ingredientes en su discusión. Por un lado, están algunos de los nuevos gobernadores que pretenden llegar a la presidencia.
Para ellos, Sarney debe permanecer en el puesto por lo menos el tiempo necesario para que ellos puedan realizar obras en sus Estados como plataforma para vuelos más ambiciosos. Por otro lado, están los gobernadores que abandonan el cargo y pretenden llegar a la jefatura del Estado, pero que quieren unos comicios en fecha próxima con la esperanza de no caer en el olvido del electorado.
Entre tanto, la fragilidad, la falta de legitimidad y la pérdida acentuada de popularidad han empujado a Sarney a un callejón sin salida.
La crisis económica ha llegado a niveles inéditos. La inflación ha rebasado en los dos últimos meses cotas pasadas debido al fracaso del programa de reforma económica que el Gobierno decretó el año pasado congelando precios y salarios (plan cruzado). La muerte del plan desató la mayor espiral inflacionaria de la historia brasileña e hizo aumentar la insatisfacción popular.
[Precisamente, Joao Sayad, uno de los responsables de la elaboración y puesta en marcha del fracasado plan de estabilización económica, dimitió ayer como ministro de Planificación, informa Efe.]
Abrumado por la crisis, el presidente José Sarney trató de remontar su baja popularidad con el anuncio, el mes pasado, de la moratoria del pago de los intereses de la deuda externa brasileña, que suma más de 105.000 millones de dólares (más de 13 billones de pesetas). En Brasil, la conclusión es que en el fondo la medida se adoptó como un intento del jefe del Estado de buscar legitimidad para seguir en el puesto.
Con la quinta parte del importe de la deuda sería posible comprar las acciones de todas las empresas cotizadas en las bolsas del país. Nunca ha sido tan barato comprar un país de las dimensiones de Brasil.
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