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FALLAS DE VALENCIA

El capote de Joselito

El toreo bueno que se vio ayer en Valencia fue de capa y lo hizo Joselito. Cuando recibió a su primero armó un alboroto. No por las dos largas cambiadas de rodillas que dio -estímulo infalible para encender de júbilo al cotarro-, sino por la serie de verónicas que instrumentó a continuación, juntas las zapatillas, ceñido, bajando las manos y desmayando el lance, más el remate de media verónica torerísima, envolviendo al toro en el eje de su propia persona y saliendo de la suerte andando, con una majeza rara de ver en los ruedos.

En realidad, es raro de ver ese toreo de capa, y el que interpretó en quites diversos: gaoneras cargando la suerte, chicuelinas aguantando impávido la embestida larga, navarras suaves y bonitas, ligadas con técnica inusual que encerraba un acabado conocimiento de los terrenos las distancias y las querencias. Y, para nota, la maestría de los dos capotazos con que fijó la embestida fuerte y huidiza que tuvo de salida su segundo toro.

Guateles / Soro, Joselito, Vera

Toros de Los Gualeles, discretos de presencia, flojos, de escaso juego. El Soro: pinchazo, estocada baja enhebrada y descabello (silencio), estocada (oreja). Joselito: pinchazo y estocada ladeada (ovación y salida a lo medios); media (ovación y salida al tercio). Juan Carlos Vera, que tomó la alternativa: pinchazo y media muy baja (vuelta); media (vuelta).Plaza de Valencia, 15 de marzo. Segunda corrida de feria.

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Repertorio de capa

El desierto en que han convertido el primer tercio la zafiedad de los taurinos y la mediocridad de sus pupilos, habría de fecundar con un toreo así, y su advenimiento habría de ser celebrado con salvas; pero no hay caso. Al diestro que recupera el repertorio del toreo de capa no se le arrienda la ganancia: el taurinismo sólo entiende de faenas de muleta, y poco. En el último tercio le esperan. Joselito pasó de rodillas a su primer toro, le dio una emocionante pedresina al otro, y a ambos hubo de porfiarlos hasta la desesperación, pues se trataba de un par de pelmas de mucho cuidado; sendos marmolillos sin codicia ni fuerza, indiferentes al cite, incapaces de embestir más allá de donde se encontraba el propio torero.El resto del ganado que saltó a la arena no es que remedara al famoso Bravío, pero exponía a la pública opinión su casta primigenia con otra dignidad y, más o menos, embestía. A Juan Carlos Vera, nuevo matador, le sirvió para cuajar algunos naturales de buena factura, entre una selva de pases escasamente templados y rara vez ligados, en cuya factura incluía los vicios propios de la época, como torear con la suerte descargada y ahogar las embestidas. Al sexto le aplicó una faena larguísima, que el público contempló con santa paciencia, incluso cuando el toricantano pegaba manoletinas a la carrera. Había enternecedoras motivaciones de paisanaje, que le sirvieron también a Juan Carlos Vera para premiarse con sendas vueltas al ruedo.

No menos paisano es El Soro, hijo de Foios, aunque en este caso, a la afición fallera no le nubla la razón su valencianía, y le exige. El Soro ya es un veterano. Cierto que cuando el hijo de Folosse pone frenético y menudea muletazos tremendistas, el público goza y lo exterioriza con algarabía, pero lo mismo ocurriría si hubiese nacido en El Ferrol. En la plaza de Valencia y en otras muchas hay sectores de público al que entusiasma el toreo en movimiento. Por el toreo en movimiento es que se pirra. En la plaza de Valencia y en otras muchas a ciertos sectores de público le gusta que ocurran cosas chocantes en el ruedo; que el torero no sólo sea valiente sino que lo parezca; mejor si es mediante aspavientos. Los personajes de la función, donde el torero es; el chico y el toro el malo, no deben representar con sutileza sus papeles, sino con la obviedad más clamorosa y basta.

Un Soro, haya nacido en Folos o en El Ferrol, se gana al público no tanto cuando corre la mano en los pases en redondo -medio tumbado, por cierto-, sino cuando con el toro juega al corro, o hace la noria, y se agarra al lomo para voltear furivueltas a vertiginoso ritmo. El Soro hizo ayer un toreo rápido y contundente, como siempre. También banderilleó contundente y rápido. Y si a un toro lo mató mal, a otro lo fulminó de un estoconazo endilgado a capón, que provocó una explosión de entusiasmo y luego dejó en éxtasis al paisanaje. ¿Toreo de capa? En definitiva ¿toreo? ¿Para qué? Ni falta hace, cuando la gente disfruta con la obviedad de una función donde hay buenos y malos.

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