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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Incertidumbres y esperanzas

EL GOBIERNO vasco que tomó posesión ayer en Vitoria inicia su gestión bajo el signo de la incertidumbre. Se trata de la primera experiencia de gobierno de coalición ensayada en la España democrática. Se trata también, en el ámbito vasco, del primer intento en medio siglo de conciliar dos sensibilidades que tradicionalmente han venido afirmándose la una frente a la otra. Tanto el lehendakari como los seis consejeros nacionalistas figuraron ya en anteriores Gobiernos, pero los aportados por el PSE-PSOE carecen de experiencia directa en cargos públicos de responsabilidad -con la excepción del ex delegado del Gobierno Ramón Jauregui- y son poco conocidos para la población. La incertidumbre deriva tanto de las incorporaciones como de las dudas que planean sobre la virtualidad de una acción homogénea de gobierno.La experiencia de la última década ha puesto de relieve el fracaso del modelo nacionalista para hacer del Estatuto un marco de convivencia civil aceptable para todos los vascos. Pero también la inconsistencia de cualquier proyecto que no tuviera en cuenta la realidad de una sociedad muy ideologizada y mayoritariamente impregnada de sentimientos, ideas, creencias y convenciones de comportamiento de raíz nacionalista. El PNV consiguió imponer su modelo desde su posición hegemónica en instituciones políticas como el Gobierno y las diputaciones. Pero sólo merced a la distorsión que en la relación de fuerzas introducía el boicoteo de HB al Parlamento autónomo, y a la utilización interesada de esa distorsión para hacer aprobar una ley de elecciones provinciales hecha a su medida. El círculo vicioso que se estaba configurando se rompió por el único punto no previsto: la ruptura de sus propias filas. El resultado de la escisión fue un mapa político cualitativamente diferente.

Así, el pacto, aplazado desde 1980, se tornó imprescindible. Durante bastante tiempo será imposible que cualquiera de las fracciones resultantes de la división nacionalista pueda imponer su hegemonía sobre el conjunto de las instituciones. Por la lógica de las cosas, la fracción nacionalista que esté en un Gobierno de coalición tenderá a adoptar una actitud moderada, negóciadora, dejando la carta del fundamentalismo al sector en la oposición. Tanto las actitudes mantenidas por las principales fuerzas políticas vascas en el reciente pleno del Ayuntamiento de Mondragón como las destempladas críticas de Garaikoetxea al nuevo Gobierno -así como las algo más matizadas de Euskadiko Ezkerra- deben ser leídas a la luz de esta nueva situación. El líder de Eusko Alkartasuna ha proclamado que el programa del nuevo Gobierno constituye "un retroceso, probablemente fatal, para nuestro pueblo". Es casi seguro que lo mismo hubiera afirmado Arzalluz de haber sido su partido. el arrojado a la oposición.

El rodeo que ha conducido al acuerdo entre el PNV y el PSE-PSOE ha permitido comprometer a las fuerzas que ahora van a estar en la oposición -EE y EA, fundamentalmente- con gran parte del programa de la coalición. Ello permitirá que ese juego político más abierto que ahora apunta sea compatible con un superior grado de consenso respecto a las grandes líneas de la política económica, educativa, autonómica y de respuesta al desafío terrorista. En el mejor de los casos, se recompondrá el acuerdo de las fuerzas vascas sobre la aceptación del Estatuto como campo de juego, a la vez que se dinarnizará la vida política. Por todo ello, el momento es también de esperanza.

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