Vida y muerte en Euskadi
TXOMIN ITURBE era, además de un destacado miembro de una organización terrorista, un ser humano. En cuanto tal, el dolor que su muerte provoca entre sus allegados merece respeto, sin que eso implique para nada abdicar de la opinión que suscitan los crímenes de ETA. Una de las diferencias entre los terroristas y quienes se oponen a ellos es precisamente la distinta valoración de la vida humana. Quienes, por temor u oportunismo, olvidan el dolor que Iturbe contribuyó a sembrar, ofenden la memoria de sus víctimas; pero no es muy distinto el comportamiento de aquellos que pretenden ignorar el dolor que produce en otros sectores la muerte de Txomin -aunque no guste, un líder para algunos miles de ciudadanos vascos, y un ser querido para sus amigos y familiares-.En el Ayuntamiento de Mondragón, los votos conjuntos de los representantes del PNV y del Partido Socialista de Euskadi han logrado evitar que prospe rase una moción nombrando a quien fue principal dirigente de ETA "hijo predilecto" de la villa. La preten sión fue avalada, además de por los votos de Herri Batasuna, por los de Eusko Alkartasuna, el partido que encabeza Garaikoetxea, y contó con la sorpren dente abstención de Euskadiko Ezkerra. Iturbe no sólo era un mondragonés que en tiempos ya lejanos hubo de exiliarse, sino el jefe de una organización responsable de numerosos crímenes, demasiado crueles y recientes para ser olvidados. Malamente el paisana je puede ser razón para borrar su barbarie. Y ese res peto al dolor de sus próximos, que reclamamos, no puede convertirse,en la apología de sú infame actitud ante la vida y la muerte de los demás. Es un contra sentido que partidos de cuyas convicciones democrá ticas y rechazo de la violencia no cabe dudar acepten, o no se opongan, a avalar con sus votos un texto en el que se proclama "la limpia trayectoria de Txomin Iturbe al servicio de su pueblo". Esa trayectoria ni fue limpia ni fue al servicio de todo ese pueblo, sino solo de una facción. Txomin era el jefe de una organización dedicada al pillaje, la tortura, la extorsión, el asesinato, el secuestro, la muerte, el robo, el asalto y la violencia cada vez más indiscriminada. Con su actitud contribuyó a poner en peligro la vida, la libertad y la suerte de millones de vascos y españoles. Por eso tan respetable es su memoria personal como execrable el balance de sus acciones.
La actitud valerosa de los concejales del PNV y del PSE-PSOE lo es doblemente a la vista de las condiciones en que se desarrolló el pleno municipal, y que las imágenes de televisión han reflejado en su crudeza. Durante 15 minutos, los simpatizantes de Herri Batasuna presentes en la sala escenificaron con estruendo su concepción de la democracia: las opiniones de los demás son respetables en la medida en que coincidan con las nuestras. En Mondragón, votar en contra de una moción de HB significa exponerse al linchamiento moral.
Pero pocas veces un insulto ha dignificado tanto a quien se dirigía. En el pleno de Mondragón, ser tachado de traidor era equivalente a ser reconocido portador del valor moral que a otros les faltaba. Por lo demás, el PSE-PSOE aceptó una moción alternativa, presentada por el PNV, en la que, aun negando toda legitimidad a los métodos violentos impulsados por Iturbe, se lamentaba su muerte y se reconocían los sentimientos que le llevaron al exilio y a su destino final. Dicha moción difícilmente hubiera sido avalada por los socialistas de no mediar el acuerdo que les liga hoy al PNV , del mismo modo que entra dentro de lo verosimil que los nacionalistas de Arzalluz hubieran apoyado, de no existir el pacto, la propuesta presentada por Herri Batasuna. La constatación de esa realidad sólo significa que el acuerdo político entre nacionalistas y socialistas era, más que necesario, imprescindible para romper la espiral de intolerancias mutuas que durante tanto tiempo ha impedido avanzar en el camino de la convivencia civil entre los vascos. Mucho más importante que el programa pactado es la modificación de actitudes que de su firma pueda derivarse. Por decirlo en palabras de un castizo, puede que el espíritu de los liberales de Bilbao salga ahora de sus madrigueras.
Por lo demás, las dificultades puestas por el Gobierno al traslado del cadáver de Iturbe a su pueblo, con el apenas disimulado objetivo de forzar el aplazamiento de los actos programados por HB hasta después del fin de semana, constituyen un reflejo de la ceguera insistente con que algunos miembros del Gobierno hacen frente a la complicada situación vasca. Las trabas administrativas puestas a última hora -desmintiendo la voluntad de agilizar los trámites expresada poco antes por el consulado en Argel- no evitarán que los actos previstos tengan lugar. Pero conseguirán, en cambio, añadir más crispación a una coyuntura ya de por sí propicia a las más indignas manipulaciones de los mercaderes de la muerte.
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