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DENUNCIA DE VENTA DE DROGAS

"Vendo droga para que mis hijos coman"

La calle de Borja, en Caño Roto, es lugar habitual de cita para los camellos del barrio. Frente a los números 8 y 12, señalados por la Coordinadora, de Barrios como centros de tráfico de droga, se concentraban ayer pequeños corrillos en los que se podía oír encrespados comentarios sobre el tema. Era la noticia del día.Dentro de la vivienda derecha del piso bajo del número 8 de la calle se encontraba Ana María M. R., una mujer de 28 años, soltera, madre de dos niños, que ayer estaba profundamente afectada por haber sido señalada. Poco antes de hacer estas declaraciones, Ana María había llamado a Enrique de Castro, portavoz de la Coordinadora de Barrios, para explicarle las causas por las que traficaba con heroína. De Castro le prometió que los miembros de la coordinadora la ayudarían a salir de su situación de extrema pobreza, y le pidió que dejara de traficar.

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Ana María muestra la casa donde vive, formada por cuatro o cinco cuartos, pequeñísimos, sucios, con humedades, que no se pueden llamar habitaciones. En uno de ellos, no mayor que un cuarto de baño normal, se apiñan dos camas y una cuna en la que descansa el hijo menor de Ana María, de siete meses. "Los políticos no saben cómo vive la gente en estos barrios, ni lo que yo he pasado. Hace meses que me quedé sin trabajo, y en casa sólo entran las 14.000 pesetas que le dan a mi madre como pensión por enfermedad. No recibimos ninguna otra ayuda de ningún tipo, y en las tiendas ya no nos fían, ni en la farmacia, donde compraba la leche en polvo para el niño".

Los cuatro hermanos de Ana María son drogadictos, y dos de ellos han estado ya en prisión. Ana María no se pica. "Los que denuncian a los camellos no saben que yo me he acostado muchas noches, durante meses, angustiada porque no sabía lo que iba a dar de comer a mis hijos al otro día. Hace cinco meses que vendo droga. Pero yo no tengo dinero para ser una traficante. Yo no vivo bien. Lo que hago es comprar un cuarto de gramo, por 4.000 pesetas, y venderlo luego en papelinas de mil pesetas. Así me saco dos o tres mil pesetas al día, lo justo para tener que comer. Pero que no me llamen traficante. Lo único que quiero es encontrar un trabajo y poder salir de aquí".

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