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La Magistratura italiana ordena la detención del arzobispo Marcinkus

La Magistratura italiana ha ordenado la detención del arzobispo estadounidense de origen lituano Paul Marcinkus, presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), y de otros dos directivos del banco del Vatkano. Marcinkus, conocido como el banquero de Dios, es perseguido por los jueces de Milán por sus supuestas responsabilidades en la quiebra fraudulenta del Banco Ambrosiano, ocurrida en 1982. U noticia, dada por cierta en medios judiciales, no fue confirmada oficialmente ayer ni por la Santa Sede ni por la Magistratura.

Marcinkus, de 65 años, quinto hijo de un obrero lituano emigrado `EE UU, aseguró ayer que no ha recibido ninguna notificación de los jueces de Milán, los mismos que desde 1982 investigan su participación en la quiebra de! Banco Ambrosiano, que presidía Roberto Calvi, muerto en Londres en misteriosas circunstancias en junio de 1982. El porItavoz del Vaticano, el español Joaquín Navarro Valls, se negó a hacer declaraciones.

Ya en 1982, los magistrados de Milán enviaron al arzobispo una "comunicación judicial" en la que le notificaban que se había empezado a investigar su enventual participación en delitos financieros. Aquella misiva fue devuelta por el Vaticano por no haber sido cursada por los cauces diplomáticos.

Es improbable que la orden de detención pueda ejecutarse, ya que Marcinkus goza de extraterritorialidad en el Vaticano, donde la policía itafiana no puede entrar sin permiso. AÍ parecer, el banquero de Dios figura en una lista de personas que, por el Tratado de Letrán de 1929 entre Italla y la Santa Sede, no pueden ser detenidas sin autorización expresa del Papa.

Juan Pablo II no retiró su confianza a Marcinkus tras el escándalo y le mantuvo al frente del OIR y de la administración de la Ciudad del Vaticano, si bien dejó de organizar los viajes del Pontífice.

El IOR poseía el 16% de las acciones del Banico Ambrosiano, cuya quiebra fraudulenta supuso la pérdida de 180.000 millones de pesetas. El Vaticano -que cubrió parte del agujero- se declaró siempre inocente, si bien admitió que pudo pecar de "ingenuidad" al negociar con Calvi.

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