De ciudades y cavernas
Por mi quehacer, tengo la costumbre de leer muchos y diversos periódicos, de nuestro país y de sitios bastante más lejanos. Y por ello no me extraña encontrarme frente a opiniones dispares y sorprendentes, que sólo demuestran la enorme variedad del pensamiento humano y de sus diversas formas de expresarlo. Pero hace poco, en las páginas de este mismo diario y bajo la. rúbrica de mi amigo Eugenio Trías, me encontré con una de las afirmaciones más pintorescas que he leído desde hace mucho tiempo. Era un artículo (La España de las ciudades, 11 de febrero), interesante y bien escrito como la mayoría de los de Trías, sobre el tema Ciudad-Estado, que entre nosotros ya trajo a colación el casi olvidado Eugenio d'Ors a principios de siglo. Un tema que siempre tiene cierta actualidad, ya que de ciudades y estados, de naciones y regiones, los periódicos y las televisiones aportan diaria noticia. Pero lo que me llamó poderosamente la atención del artículo era la calificación, aplicada al pensamiento de Jordi Pujol, nada menos que de "reaccionaria y cavernícola". Comprendo que las opiniones de Eugenio Trías no coincidan necesariamente con las del presidente de la Generalitat, ni las de Jordi Pujol con las del joven filósofo. Pero adjetivar de "reaccionario y cavernícola" el pensamiento de Jordi Pujol significa, simplemente, no haber leído a fondo los textos del líder político de Convergència Democrática de Catalunya. Y eso, por lo menos, no es serio.Comprendo perfectamente que a Eugenio Trías le interese mucho más leer textos filosóficos que documentos políticos. Es comprensible. Pero cuando un filósofo aterriza en cuestiones políticas -y no hay duda que el artículo de Trías tenía sus ribetes políticos- por lo menos hay que documentarse previamente. Ya sé que la formación de Trías tiene cierto rigor filosófico, pero cuando trata de temas más o menos políticos también debería documentarse. Asimismo conozco la pobre impresión que muchos políticos tienen de los filósofos -Marx fue un ejemplo de ellos, al hablar de la "miseria de la filosofia"- y por ello considero que los filósofos -o quienes así se presentan en público- tienen que conocer a fondo el tema que tratan.
Los escritos de Pujol sobre temas ciudadanos son muy anteriores a los artículos de Trias, bien sea la difusa "sociedad civil", bien sea la futura España de las ciudades. Calificar de ruralista el pensamiento pujoliano es no haber entendido nada de la teoría política de este político que tiene, a su favor, haber conectado como ningún otro con el pueblo catalán. Si Trías se hubiera tomado la molestia de leer textos pujolianos como Barcelona, entitat política o Les comarques i el creixement català, tendría una visión mucho más exacta de lo que piensa Pujol y de cuál es su propuesta política. Con la cual se puede estar o no de acuerdo, pero que sólo el desconcimiento -o el sectarismo- permite calificar de "reaccionaria y cavernícola". Como conozco y aprecio a Trías, y sé que no es ningún sectario, debo creer que se trata de una prueba de su limitado rigor político. Y no es bueno para Trías, ni para Pujol, ni para la convivencia entre los catalanes, que se quiera descalificar a un adversario -Trías es lo bastante educado para no tener enemigos- afirmando cosas que no son.
Queda, aún, otra posibilidad. Que Trías hubiera escrito este artículo -que aporta interesantes temas de discusión- con el propósito periodístico de publicar un texto "provocativo". Si es así, ha acertado, porque por lo que a mí se refiere, así he reaccionado. En defensa de dos amigos, de Trías como pensador y de Pujol como político. Yo desearía que Pujol leyera los artículos de Trías y Eugenio los del actual presidente de la Generalitat, una persona que se ha preocupado como pocas de los problemas que más afectan a Cataluña y a los catalanes. Y que conoce la importancia de las ciudades y también de los pueblos, de las capitales y de los suburbios, cosa que a veces algunos parecen desconocer o ignorar. Un país, en este caso el nuestro, Cataluña, lo forman tanto su capital, Barcelona, como su conurbación y sus comarcas. Quien no comprende esta realidad -así es, nos guste o no- poco puede aportar a la construcción de una sociedad más justa, más libre y más culta. Los caminos pueden ser diversos, pero el objetivo debería ser el mismo. Una comunidad humana en la que las discusiones ayuden a construir entre todos un país mejor que el que nosotros hemos encontrado.
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