Fascinante Beethoven
Con asistencia de la reina doña Sofia, y en medio de clamorosas ovaciones, terminó el domingo en el Teatro Real el ciclo de las sonatas de Beethoven que ha desarrollado Daniel Barenboim en dos envites: el primero, en noviembre, del 6 al 11, y el segundo, en febrero, desde el 3 al 8.No hay gran pianista sin palabras propias sobre las Sonatas de Beethoven. Ante ellas es preciso dejar de lado cualquier idea sobre el héroe Beethoven para abrazar la de un humanismo que Stravinski veía más alto que el de Bach o Mozart. Ni siquiera cabe aplicar ideas interpretativas a Beethoven dependientes de cada época y los gustos respectivos, ya que en todo tiempo la capacidad de imaginar el piano de Beethoven ha sido tan amplia como varia.
Daniel Barenhoim
Cielo de sonatas para piano de Beethoven. Intérprete: Daniel Barenhoim. Teatro Real. Madrid, 3, 5, 7 y 8 de febrero
En la nuestra, por ejemplo, tenemos un Pollini "sustancialmente tradicional", tal lo analiza Paolo Rattalino; un Brendel decidido a ver los pentagramas beethovenianos desde un sentimiento vienés a lo Schubert; un Gulda capaz de conciliar el buen orden y el más fuerte impulso renovador; un Ashkenazi que parte, esencialmente, de la valoración de las sonoridades para ceder, en los tiempos lentos, a una complacencia romántica del fraseo.
Daniel Bareriboim significa, sobre todo, la fantasía, sin el quasi beethoveniano. Pocos pianistas nos dan la sensación a lo largo de sus intervenciones de un acto creador que no por ello cede al capricho. Fantasía de la imaginación sonora; fantasía en el contraste de los caracteres, tan marcado en las últimas sonatas. Todo ello sometido a una elegancia que suaviza la rudeza y evita los excesos místicos. Incluso, en el juego de los tiempos y las significaciones, sabe medir Barenboim el arrebato frente a la serenidad.
Hondura del pianismo
Se ha hecho tópico en cierta crítica, amiga de lo lineal y formulario, el principio de que el Barenboim director ha perjudicado notablemente al pianista, como si el enriquecimiento de la personalidad musical pudiera dañar cualquiera de sus dedicaciones. ¡Todo lo contrario! Creo sinceramente que la mayor hondura del pianismo de Barenboim se produce cuando escala muy altas cotas en su condición de director. ¿Cómo explicar, si no, ese andante de la sonata opus 109, número 30, con las seis variaciones de interés pianístico y musical creciente que, al fin, se repliegan en el tema básico? O la verdadera magia de la sonata 31, en la bemol, con su comienzo verdaderamente schubertiano y la explotación de atmósferas sonoras. O la meridiana solución de, lo más misterioso que Beethoven escribió para piano, la última sonata, opus 111, puerta abierta al futuro y, a la vez, concentración máxima del hombre al final de su existencia.
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