Gorbachov cambia de juego
LA ACTITUD resueltamente reformadora mostrada por el dirigente soviético Mijail Gorbachov durante las sesiones del último Comité Central del PCUS, con propuestas como la elección de los cargos del partido con voto secreto y pluralidad de candidaturas, ha tenido un impacto considerable fuera de las fronteras de la Unión Soviética. Puede decirse que la nueva política de Moscú comienza a mover seriamente las fichas y normas de juego del tablero internacional.Un caso específico es el de los equipos gobernantes de los países del bloque soviético, sobre todo en Checoslovaquia y la República Democrática Alemana. En Praga siguen en el poder las personas que lo ocuparon en agosto de 1968 como consecuencia de la intervención militar soviética decidida por Breznev, y la RDA siempre fue entusiasta seguidora de los métodos de este dirigente. Se comprende, pues, que las frases de Gorbachov en pro de la democratización, de una nueva forma de pensar, de una revolución para cambiar los viejos métodos del partido, de una transparencia informativa resulten escasamente tolerables para unas direcciones aferradas al inmovilismo y a la proclamación de que todo marcha perfectamente. El órgano comunista oficial de la RDA ha recortado el último informe de Gorbachov, suprimiendo de su información los párrafos más renovadores. En Praga, los periódicos soviéticos considerados como más aperturistas están comenzando a desaparecer de los quioscos; y la frase consagrada "La URSS, nuestro ejemplo" es aireada ahora por los estudiantes disconformes. Quizá no sea simple anécdota que un dirigente de la primavera de Praga, Zdenek Mlynar, antiguo compañero de estudios de Gorbachov en la universidad de Moscú y ahora emigrado en Viena, haya afirmado desde el principio su confianza en el nuevo secretario generaldel PCUS. En ese marco, el viaje que realizó recientemente el ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética a Berlín Este y a Praga tenía como objetivo mejorar el clima y tranquilizar a los Gobiernos del bloque. Como siempre ocurre, esa visita oficial ha dado lugar a las frases de rutina sobre la amistad y el apoyo a la URSS, más explícitas en su etapa de Checoslovaquia.
Pero el problema verdadero no es diplomático: tiene otra dimensión. La URSS está interesada en evitar que los cambios en su sistema interno tengan efectos desestabilizadores en los otros países del bloque del Este. No quiere nada que pueda parecerse a los hechos desencadenados en la RDA, Polonia y Hungría por la desestalinización emprendida en mitad de los años cincuenta por Nikita Jruschov. Pero si Gorbachov logra seguir adelante con sus anunciadas reformas, las repercusiones de éstas no podrán ser detenidas en las fronteras: estimularán las tendencias renovadoras en otros países del Este de Europa. Las diferencias entre dichos países, que ya son hoy muy visibles, alcanzarán con toda probabilidad mayor relieve.
En Occidente, los pasos emprendidos por el dirigente soviético para iniciar una liberalización interior tienen también efectos políticos serios. El primero, y decisivo, es que las actitudes que la URSS ha defendido en los dos últimos años en cuestiones internacionales, sobre todo en las que tienen que ver con el desarme, adquieren ahora una credibilidad mayor.
Cuando Sajarov, hoy en Moscú, apoya algunas de las posiciones internacionales de la Unión Soviética frente a Estados Unidos, el impacto de sus palabras en la opinión mundial tiene un sentido muy distinto al de hace solamente unas semanas. Todo ello supone para la Administración del presidente Ronald Reagan un reto que no cabe rehuir alegando que las iniciativas de Gorbachov constituyen actos de mera propaganda. Gobernantes europeos muy lejanos de la izquierda, como el dirigente del Partido Liberal germano occidental Hans Dietrich Genscher, manifiestan una actitud nueva hacia la URSS y destacan que hoy las posibilidades de entendimiento son reales. Algo semejante ha dicho Henry Kissinger durante su significativo viaje a Moscú con otras personalidades estadounidenses.
En estas condiciones, la prueba nuclear realizada esta semana por Estados Unidos en el desierto de Nevada y el anuncio de que se van a acelerar las pruebas del proyecto de defensa espacial son decisiones contrarias a los intereses de la paz y seguridad internacionales. Moscú ha mantenido durante 18 meses una moratoria unilateral de sus pruebas nucleares, y es de lamentar que ese gesto, por simbólico que fuera, no haya permitido pasos conjuntos para frenar la carrera armamentista. Cesar las pruebas significa frenar esa carrera. La terquedad de la Administración Reagan en este punto, cuando en la Unión Soviética surgen posibilidades, ayer inimaginables, para progresar hacia el desarme, puede hacer perder una oportunidad histórica quizá sin precedentes.
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