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Por qué corren los estudiantes

"Y ahora tenemos que ver, 11 años después de la muerte de Franco, cómo corren de nuevo los estudiantes delante de los guardias". Esta frase del editorial de EL PAÍS del sábado 24 de enero de 1987 refleja la amargura que ha invadido de nuevo a todos los amigos de España ante las imágenes de la policía lanzando granadas contra los estudiantes aparecidas en los diarios. También nosotros hemos llegado a decir: "¿Pero es posible que Chirac sea menos burdo y represivo, más cuidadoso y dúctil que un Gobierno que se dice socialista?".De todos modos, el problema no tiene que ver sólo con el método con el que un Gobierno de izquierdas decide enfrentarse con los movimientos sociales. En efecto, se ve obligado, si no quiere desmentir su misma razón de ser, a no considerarlos adversarios, como sería normal que hiciese un Gobierno de derechas, interesado sólo en mantener el orden y el statu quo. Un Gobierno que se dice de izquierdas debe enfrentarse a ellos políticamente, debe comprender qué es lo que los mueve, resolver el problema que plantean. De lo contrario sólo obtendrá, si es que la obtiene, la calma del miedo, en la que pueden desarrollarse muchos venenos. La experiencia italiana sirve de ejemplo: cuando, ante un movimiento más complejo que el español, como era el de 1977 -que estaba formado, más que por estudiantes, por personal precario, joven, culto, radical e imposibilitado para encontrar trabajo-, el Partido Comunista Italiano (PCI), que se hallaba en la mayoría gubernamental de unidad nacional, lo liquidó con desprecio con la expresión: "Se trata de diecinuevismo", aludiendo a los movimientos subversivos de derechas que acompañaron en Italia el nacimienio del fascismo. Una frase tan poco oportuna hizo que la grieta de desconfianza que se había abierto entre los jóvenes y el PCI se convirtiese en un verdadero abismo, del que iban a beneficiarse ampliamente las Brigadas Rojas. ¿No da cierto miedo el que las izquierdas, en cuanto están instaladas en el poder, consideren sagradas, democráticas e intocables, sólo por el simple hecho de su presencia, instituciones y leyes a, las que se opondrian sin más si se hallasen en la oposición? Este asunto es tan repetitivo y desastroso que sorprende el que nos lo encontremos delante cada 10 años.

Con todo, el problema del método, aun siendo importantísimo, no es lo fundamemal. Lo fundamental es que todos los Gobiernos que convierten a la modernización y al beneficio de las empresas en único y básico criterio valorativo no comprenden que el eslogan que lanzan a los ciudadanos, es decir, Haceos, empresarios de vosotros mismos, es muy peligroso y contadíctorio. Tal eslogan se lanza y se vuelve a lanzar monótoriamente en los discursos y en los medios de comunicación, junto con la tesis de que quien no tiene éxito, quien no consigue triunfar y colocarse, es culpable, y que el éxito -en la escala social, en el campo del dineroes sinónimo de mérito... Un buen resultado para los Goblernos que reestructuran la economía y la Industria a expensas de los trabajadores, en nombre de los equilibrios empresariales y de las nuevas tecnologías. Esta filosofia arrebata al desempleado no sólo su trabajo, sino incluso la conciencia del derecho al trabajo como derecho fundamental; le hace asimilar la idea de que si resulta despedido es que es un inútil, incapaz de servir para algo. Por tanto, nadie irá a ofrecerle nada y, por tanto, nadie le pagará a final de mes. La crisis de los sindicatos tiene su origen también en esto. Pero si el debilitamiento de una conciencia secular frena o amortigua el conflicto en la clase obrera, lo reproduce en la creciente masa juvenil estudiante. Ésta, en efecto, se encuentra ante una contradicción: por un lado, se le dice "ábrete camino, sube hasta la cumbre; si no eres, socialmente, un cero a la izquierda", y por otro, "los puestos de trabajo a los que subirse son muy pocos, y además vamos a reducir su número aún más". ¿Cómo aceptar una decisión que, de entrada, te condena ya a,la marginación? No es casualidad que las protestas se produzcan en los sectores juveniles instruidos. En Francia, en España y lo mismo en la China de Deng Xiaoping.

Y la protesta juvenil vuelve a encontrar, ante el asombro de las clases dominantes y de los medios de comunicación, el antiguo eslogan de la igualdad, que parecía haberse perdido del todo. En estos últimos años hay pocos valores que hayan sufrido un bombardeo tan intenso como el valor de la igualdad, bombardeo efectuado con un arsenal muy viejo, el de la propaganda anticomunista de los años veinte. Igualdad significaría, pues, nivelación por abajo, aplastamiento de las individualidades, supresión de la, competencia y de los saberes, y otras cosas por el estilo. Arsenal basado en una evidente mentira, a saber: que las tendencias Igualitarias nacen de la perversa voluntad de ser todos iguales, troquelados todos sobre una única imagen, todos reducidos al mínimo denominador común. Pero esto no es así, pues no ha habido momento histórico en el que la Ígualdad no haya sido reclamadla más que como iggualdad de derechos en el punto de partida y de acceso, condición para el desarrollo diversificado del yo. Si no se establece de entrada esta igualdad de derechos, esto significa que a la persona no se le proporciona libertad de elección de su propio destino social, y a veces de su propio destino privado (las mujeres lo saben bien). Así, pues, los estudiantes, que ven que se les ofrece una selección en el sentido (le la reducción de puestos en los sectores altos de la instruccIón -lo que equivale a una confesión de que esta sociedad moderna es malthusiana por lo que respecta al saber, pues no desea que haya demasiado, se ven obligados a protestar y a "correr delante de los guardias." (en español en el original). Porque ¿cómo van a aceptar que se les diga: "Tú eres uno de esos a los que vamos a dejar fuera"? Y exigen igualdad de acceso a una Universidad que probablemente no vale gran cosa, pero sin la cual el camino hacia una vida fina y elegante, hacia la que señala cada noche el dedode la televisión como la única vida digna de ser vivida, le está vedado. Y le está vedado incluso el saber como no profesión, que es realmente el colmo, ante el temor de gastar demasiado o de disponer de demasiado personal formado en niveles altos. Temor casi inconfesable porque implica la aceptación, por quien manda, de una sociedad dual, formada no sólo por más poderosos y menos poderosos, por ricos y pobres, sino también por cultos e ignorantes. ¡Bonito programa para un Gobierno socialista!

Esta contradicción es real, en cuanto clue es inherente al actual modelo de desarrollo, que. el neoliberalismo ha lanzado de nuevo sin ni siquiera añadirle el correctivo del Estado del bienestar, cuya. misión era la de amortiguar las fricciones que éste estaba destinado a provocar. ¿Es posible que los socialistas no lo entiendan? La cultura y los inodelos de necesidades altos son una conquista moderna, a los que la simple modernización no da salida. Esto no es una constatación sin importancia, y no va a ser unacarga de la policía la que resuelva el problema. Quizá haya que ver una advertencia en esto, y reflexionar sobre la aceptación sin más del crecimiento, como la lógica de la empresa lo presenta, y tratar de efectuar, mientras estemos todavía a tiempo, una corrección de ruta.

Traducción de C. A. Caranci.

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