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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Muerte en Manila

CON LA muerte de quince campesinos a causa de los disparos de la policía y de la infantería de marina en las cercanías del palacio de Malacañang, Manila ha vivido la primera jornada sangrienta desde que Corazón Aquino ocupa la presidencia de la República. Casi en el mismo lugar, las tropas de Marcos repelieron con paralelo salvajismo, en 1983, una demostración popular que protestaba por el asesinato de Benigno Aquino. El jueves pasado diez mil campesinos se manifestaban pidiendo una "verdadera reforma agraria", reivindicación que es una necesidad para el desarrollo moderno de Filipinas. La cifra misma de los manifestantes en modo alguno podía justificar que las tropas disparasen contra la masa de campesinos. Diversos síntomas indican que había voluntad de provocación, de causar daño al régimen democrático, por parte de algunos jefes de las fuerzas encargadas de defenderle. Para comprender lo ocurrido es ineludible tener en cuenta el clima que vive el país, en el que altos mandos de la policía y de las fuerzas armadas están interesados en crear tensiones, en multiplicar las provocaciones para impedir que se pueda celebrar el referendum constitucional del 2 de febrero.El general Ponce Enrile, destituido cuando sus preparativos golpistas quedaron al descubierto, y que actua en relación estrecha con los círculos próximos a Marcos, ha pedido la suspensión del referendum. Corren de modo incesante rumores de golpe militar. Sectores del ejército y una parte de la poderosa oligarquía filipina no han renunciado todavía a impedir una consulta que, al aprobar la nueva Constitución democrática, significará a la vez. la prórroga del mandato de Aquino hasta 1992.

El general Fidel Ramos, jefe de las fuerzas armadas, ha emitido un comunicado en el que reconoce que la actuación de la policía ha sido "desmesurada". La presidenta ha suspendido provisionalmente al general Montaño, que mandaba las unidades que dispararon contra los campesinos, y ha creado una comisión para aclarar lo ocurrido. Procedimiento que dificilmente puede inspirar confianza entre los sectores populares, ya que ha sido utilizado con demasiada frecuencia para diluir en papeleos las responsabilidades de policías o militares. Parece que Aquino no controla la situación. El propio general Montaño ha declarado que él actuaba "sin necesidad de una orden presidencial". Y no es la primera vez que se hace sentir esta falta de autoridad de la presidenta.

Aunque las negociaciones con la guerrilla comunista han quedado suspendidas de modo indefinido, sigue vigente el alto el fuego cuyo plazo finaliza el 8 de febrero. Para que el referendum de febrero se pueda celebrar en condiciones de normalidad, es un factor positivo que sigan suspendidos los enfrentamientos armados entre las guerrillas comunistas y el ejército. Pero otros peligros serios pueden amenazar su desarrollo. Por lo demás la matanza del jueves acentuará una actitud de desconfianza, de recelo, e incluso de oposición hacia la presidenta, en amplios sectores de la izquierda. Ello puede dificultar un éxito arrollador en el referendum constitucional, si bien el deseo de paz de la gran masa de los ciudadanos es la carta fundamental que tiene a su favor Corazón Aquino.

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