Expo 92
La información aparecida en ese periódico el domingo 28 de diciembre sobre la preocupación del alcalde de Sevilla por lo que quede tras la Expo 92 demuestra, una vez más, que tenemos un alcalde que no nos merecemos. Siempre le preocupa lo que sucederá tras una obra de trascendencia para el futuro de la ciudad. Así, prefirió paralizar el metro cuando una de las líneas estaba parcialmente construida, ante el temor imaginario de daños para la ciudad, mientras que alcaldes de otras ciudades empeñan sus esfuerzos en lograr este medio de transporte.Ahora nos cuenta la historieta simplona de su estremecimiento sobre los efectos de la exposición del 29 y, su temor de que la Expo 92 deje un erial en la isla de La Cartuja. La clarividencia del alcalde de Sevilla es propia de una mente ciega. No es capaz de ver la rica herencia urbanística que dejó para Sevilla la Exposición Iberoamericana de 1929 y no sólo intuye un hipotético y absurdo erial en La Cartuja para el año 1993, sino que tampoco se
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