La 411ª representación de 'Aida'

Un dato previo para los amigos de la estadística lírica: Aida cumplió la noche de reyes su 411ª representación liceísta, revalidando su récord absoluto de ópera más representada en el escenario barcelonés, a un centenar de funciones de su inmediata seguidora, Rigoletto. No se prevé en breve una alteración substancial de tal estado de cosas, si se tiene en cuenta que precisamente ambos títulos son los que van a merecer, dentro de la presente temporada, una quinta representación.Aida no perdona. Su estructura de grand-opéra, con inverosímiles números de baile que no se sabe nunca cómo resolver, con sus desfiles, fanfarrias, plumas. y demás parafernalia egipcia, crea problemas escénicos uno tras otro. A distancia de más de un siglo de su estreno, quizá convenga plantearse la necesidad de dejar descansar la obra durante un tiempo.

No es que la Aida vista y oída en el Liceo la otra noche tenga que servir de referencia a tal a afirmación: la influenza -léase gripe, pero tratándose de una diva es preferible respetar la versión original- de la soprano María Chiara, substituida finalmente por Galina Savova, así como los problemas de salud de Romano Gandolfi, que obligaron a que el maestro repetidor Enrique Ricci empuñara la batuta en su lugar, hacían prever una representación difícil. Y si la Savova, en el papel de Aida, superó la prueba con su bella y bien timbrada voz -que no con su presencia escénica, aquejada de un estatismo enervante-, Ricci, que no duda en aceptar los encargos más arriesgados a veces con notable fortuna, esta vez no convenció en, absoluto. En cuanto al tenor Lando Bartolini en el papel de Radamés debe decirse que posee un agradable timbre y supera con holgura los. agudos exigidos por la partitura, pero desafina, qué se le va a hacer. Bien es verdad que fue ganando puntos a lo largo de la noche, pero su incierta Celeste Aida del principio le marcó irreparablemente.

Triunfadora absoluta de la noche fue Fiorenza Cossotto, para quien los años, si se excluyen algunos esfuerzos suplementarios en los agudos, parecen pasar en balde: su Amneris es fuerte, sentida desde dentro. Su marido Ivo Vinco cumplió en el papel de Ramfis, mientras que Cornell MacNeil hizo sudar como Amonasro.

Capítulo aparte merece la producción. Es obvio que se han realizado esfuerzos notables para ofrecer un resultado digno: sobriedad en los decorados, evitar a toda costa las aglomeraciones, en escena, etcétera.

Pero con Aida parece imposible salirse del peplum que se desliza peligrosamente hacia el espectáculo de revista. Y a ello contribuyeron no poco el vestuario y unos desafortunados números de ballet.