Otro desafío de ETA
ETA MILITAR hizo estallar ayer dos kilos de Goma 2 contra el hotel Montarto, de Baqueira Beret, donde se aloja parte de la escolta que vela por la seguridad de los Reyes de España y de sus hijos durante sus actuales vacaciones navideñas. En una residencia cercana al lugar del atentado se encontraba la familia real. Lo importante del caso no son, evidentemente, los daños causados en el establecimiento, sino la alarma creada por la organización terrorista vasca, que así logra su principal objetivo: mostrar, con el mayor grado posible de publicidad, hasta qué punto llega su capacidad de movimiento, que ya no se detiene en los objetivos civiles y policiales tradicionales, sino que profundiza hasta donde es más sensible la sociedad a la que se propone amedrentar. ETA ha querido dejar claro con este atentado que el acoso a que le somete el Estado español, con la cooperación antiterrorista de la vecina Francia, no ha minado su fuerza.Sobre la conciencia de los españoles, el atentado de ayer siembra innumerables interrogantes. El más importante de ellos apunta al grado de indefensión en que pueden hallarse las instituciones del Estado, amparadas en servicios de seguridad que son superados sin demasiadas dificultades en su propio terreno, como ya ocurrió con el lanzamiento de una granada anticarro contra el Ministerio de Defensa el pasado verano. La naturaleza de las funciones de la escolta real no son, obviamente, del dominio público, pero es evidente que en esta ocasión la facultad de vigilancia que se exige a este servicio no ha cumplido sus objetivos. Un atentado de ETA contra el entorno del Rey, por muy alejada que se halle la familia real del lugar en el que se produce el ataque y por insignificante que sea el auténtico riesgo corrido, es materia suficiente como para que los responsables de la seguridad del Jefe del Estado extremen las medidas, que hagan imposible una aproximación tan grave de cualquier banda armada. Esos responsables de la seguridad del Rey y de su familia están obligados a verificar que en las instalaciones donde se alojan los encargados de velar por el Jefe del Estado se observan los controles que tan lamentablemente en esta ocasión han brillado por su ausencia. No es la primera vez que se advierte la existencia de un artefacto explosivo cerca del lugar en el que residen los Reyes: a principios de agosto de 1977 fueron desactivados explosivos cerca del palacio de Marivent, en Mallorca, donde tradicionalmente veranea la familia real. Aquel hallazgo fue considerado como "una alarma infundada" porque aparentemente los explosivos no estaban destinados a ningún ataque terrorista. Ahora, en cambio, no cabe duda de que la voluntad de ETA ha sido la de señalar que la banda terrorista es capaz de colocar artefactos, controlarlos y hacerlos estallar cuando lo anuncia.
El atentado de ayer culmina una serie de acciones terroristas que responden a una táctica de búsqueda de notoriedad por parte de la banda armada. En el último mes, ETA ha mutilado horriblemente a una mujer en Zarauz; ha secuestrado a un industrial guipuzcoano, que aún permanece en cautiverio; ha atentado contra intereses franceses en Barcelona, Madrid y el País Vasco, y ha asesinado a un guardia civil en Oyarzun. Esta escalada navideña de la violencia parece preparada por ETA para coincidir con las negociaciones con las que se pretende llegar a constituir un Gobierno en Euskadi, producto de los conflictivos resultados electorales del 30 de noviembre. Con el atentado de Baqueira Beret, que es de naturaleza similar a la de los que ha perpetrado en las últimas semanas, la organización terrorista parece haber querido demostrar, en el propio ámbito de las instituciones del Estado, que sigue contando con una gran capacidad de acción y que pretende estar presente en cualquier futura negociacion aobre el futuro del País Vasco.
En toda la extensión de la sociedad española, y particularmente en las propias fuerzas políticas vascas, descansa la responsabilidad de rechazar y descalificar estas acciones terroristas que en nada facilitan el camino del diálogo político en Euskadi, y que menos aún facultan a ETA para atribuirse un papel en una futura negociación para la solución del problema vasco. El único camino para ello pasa por la formación de un Ejecutivo fuerte en Vitoria, que, de una vez por todas, demuestre que el País Vasco es plenamente gobernable.
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