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Un periódico italiano detalla los contactos de un amigo de Reagan con Gaddafi

Juan Arias

Un Libiangate con escenario italiano, cuyo protagonista es el enigmático William Wilson, que fue en 1984 el primer embajador norteamericano ante la Santa Sede y que en mayo pasado fue obligado a abandonar Roma por sus contactos secretos con el líder libio, coronel Muammar el Gaddafi, podría añadir leña al ya embrollado Irangate.

El diario romano La Repubblica reconstruyó ayer minuciosamente la oscura historia de Wilson, amigo personal del presidente de Estados Unidos. Wilson, que es multimillonario, administra los bienes de Ronald Reagan.

La Repubblica reveló que fueron William Clark y Robert McFarlane, consejeros del presidente Reagan, quienes autorizaron a Wilson a tener contactos secretos de tipo económico, con Gaddafi; que el ex embajador ante la Santa Sede se vió con el lídser libio "después de las matanzas terroristas de Fiumicino y Viena"; que Wilson llegó a Roma, en 1981, para recoger fondos para la campaña electoral de su amigo Reagan, y para abrir relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y el Vaticano, y también para devolver credibilidad en los ambientes económicos estadounidenses al controvertido arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, presidente del Instituto de Obras de Religión (IOR) o Banco del Papa.

Fue el propio Gaddafi quien reveló algunos de estos hechos, al declarar, por ejemplo, que el 12 de junio pasado recibió a Wilson porque el Gobierno italiano le aconsejó el encuentro. Y añadió: "Le recibí bajo la misma tienda que después bombardearon [los norteamericanos, el 14 de abril]. El embajador me dijo entonces que el problema, en realidad, no era el golfo de Sirte o Palestina, sino que la polémica era sobre Túnez y sobre quién debería suceder a Burguiba".

Cuando, meses atrás, estos contactos con el líder libio comenzaron a ser hechos públicos, Wilson recurrió para su defensa a la excusa que había sido "secuestrado por la CIA". Unos desconocidos, que Wilson piensa eran de la CIA, le llevaron a L¡bia en vez de a Turín, donde debía entrevistarse con Gianni Agnelli, presidente de la Fiat.

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