Olavide o el silencio atrapado por la música
Casi simultáneamente, la Fundación March aborda tres empeños musicales españoles del máximo interés: la edición del Catálogo de Conrado del Campo, el estreno de Ricercare, de Gonzalo de Olavide, celebrado el miércoles 3, y la iniciación del Aula de Reestrenos, que el día 10 ofrecerá revisiones de Julio Gómez, Muñoz Molledo, Cano, Ángel Oliver, Claudio Prieto y Tomás Marco.Una sesión como la dedicada a Ricercare, con presentación de Antonio Gallego y largos comentarios autobiográficos del propio Olavide, antes y después de la ejecución de la obra por Javier Benet (percusión), Adolfo Garcés (clarinete), Rafael Ramos (violonchelo) y Rosa María Calvo Manzano (arpa), dirigidos por José Luis Temes, se anunciaba cargada de atractivo. Nadie se sintió defraudado, pues una vez más Olavide ha dado muestras de su talento.
Ricercare
Gonzalo de Olavide. Solistas Instrumentales dirigidos por José Luis Temes. Fundación March. Centro de Documentación de la Música Española. 3 de diciembre.
Ricercare parte de la forma del mismo título, cuya práctica se inicia en los albores del siglo XVI por Petrucci, Parabosco, Cavazzoni y otros, y arriba hasta nuestro tiempo con multitud de ejemplos, llámense Casella o Stravinski. El caso de Olavide es absolutamente personal, pues su Ricercare, con todo y observar ciertos principios formales en la escritura imitativa, cobra su máxima importancia en la significación, fruto de una idea precisa y difícil: la de atrapar el silencio.
A muchos parecerá caprichosa la evocación de una música bien distinta, como es la Callada, de Federico Mompou. Y sin embargo, la coincidencia básica con la obra de Olavide me parece indudable y, más o menos metafóricamente, podría definirse así: hacer sonoro el silencio.
Lo consigue el músico a través de un tempo moderado, de una aireación constante y de un trabajo dinámico que desecha los matices intermedios para servirse sólo de pianísimos y fuertes. Este juego de contrastes otorga perspectivas al discurso musical, hace de él algo a la vez ensimismado y espacial, que nos invita a una escucha activa: hay que vivir la obra desde dentro con el compositor, renunciando a seguirla desde la distancia.
Música pura, sin correspondencia con fenómenos plásticos o gestuales, Ricercare revela, a través de un lenguaje sutil, un espíritu extremadamente refinado, capaz de convertir la nota no ya en sonido, sino, casi, en tema. A los resultados contribuye la diferencia de timbre de los instrumentos empleados con inteligente mesura, sin dejar al azar un mínimo golpe de plato, un ataque de arco, arpa o clarinete. Da la sensación de que Olavide entiende cada sonido envuelto en un halo de silencio para situarse en un espacio musical equivalente al espacio místico, que sólo ciertos templos poseen, independientemente de su mayor grandeza.
Para Olavide, expresarse de una cierta manera constituye una necesidad, nunca una fórmula. El mismo compositor ama el silencio (como lo ama Mompou) y sus resonancias interiores y exteriores. Página extraordinariamente bella, el Ricarcare es ajeno a la prisa, el nervioso motorismo y el estruendo de nuestro tiempo constantemente atacado por legiones decibélicas.
El estreno, dirigido muy bien por José Luis Temes, fue claro y explicativo, aunque no siempre se alcanzara la levedad dinámica que parece consustancial con la obra, que obtuvo un éxito rotundo.
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