La voz de Brecht y el efecto de la ironía
Brecht vive de muy diversas formas en esta versión de su Opera de tres centavos. La balada inicial se ofrece en la voz del propio Brecht, que surge de la bocina de un vejo gramófono. Pero el mismo texto, manipulado de forma muy brechtiana por Strehler, está lleno de homenajes al dramaturgo alemán, especialmente en las variantes del final, en el momento en que el teatro es más teatro porque dice que lo es explícitamente.Strehler, en unas declaraciones recientes, ha afirmado que el género operístico es brechtiano sin saberlo, por cuanto la convencionalidad se exhibe sin rubor y se consigue la famosa distancia sin que nadie se lo proponga. Strehler saca buen partido de su brechtismo y ofrece, justo antes del estupendo coro final, un gag operístico en el que aparecen castillos medievales, princesas, caballeros y esclavos egipcios dando aire con sus abanicos de plumas de avestruz.
Con ello consigue también levantar de nuevo la tensión del espectáculo, enorme en los dos primeros actos y menor en los siguientes. Con el efecto de la máxima ironía -léase distancia-, el público puede escuchar, ya sin saber cómo ponerse, los versos finales del coro. "No castiguéis al pobre que peca; / la pobreza no durará eternamente. / Luchemos mejor contra la injusticia / para que triunfe un día la humanidad". Buena parte del publico invitado (muchos personajes de la clase política se espejean unos a otros estos días en el TMP) ha dejado hace ya bastantes minutos sus butacas vacías y no ha podido escuchar éste y tantos otros alegatos de Brecht contra la sociedad de su, de nuestro tiempo.
Babelia
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