Dos Austrias contrapuestas
Hay programas que el auténtico aficionado agradece, aun que para el público social puedan resultar insoportables. Las orquestas lo saben y no es frecuente que en nuestro país se den demasiadas obras poco conocidas. Sin duda por ello López Cobos colocó junto a la Sinfonía lírica, de Zemlinsky que produjo algunas salidas de público en su transcurso, una pieza tan bella y asequible como el Concierto para dos pianos K. 365, de Mozart. Era una forma de compensar. Zemlinsky, músico amigo y pariente de Schoenberg, mantuvo un estrecho contacto con la escuela de Viena, que incluso llevó a Berg a dedicarle su Suite lírica en clara inspiración a la Sinfonía lírica, tomando su tercera canción, Du bist mein eigen, para el Adagio appasionato. Sin embargo, la música de Zemlinsky se halla mucho más próxima al mundo de Mahler -con quien también le unieron lazos de amistad- y su Canción de la tierra que a la escuela vienesa. Textos de Tagore sirven de fondo a siete canciones alternativas para soprano y barítono rodeadas de preludios e interludios que mantienen una coherente unidad y belleza gracias a los leitmotiv y su apasionado carácter.
Orquesta Nacional de España y solistas
Director: J. López Cobos. Obras de Arraga, Mozart y Zenilinsky. Teatro Real. Madrid, 14 de noviembre.
La sinfonía precisa de una gran masa orquestal próxima a la centena de profesores, sobre la cual han de distinguirse las voces solistas. Ésta fue la única objeción que pudo realizarse a López Cobos, una excesiva sonoridad, resaltando los tintes temperamentales en perjuicio de los líricos, y no olvidemos que, a fin de cuentas, éstos otorgan título a la obra.
María Orán, catedrática de canto en Friburgo, posee una bella. voz lírica que utilizó con técnica y gusto sin perder el control por intentar ganar volumen. El barítono Santos Ariño, aunque muy correcto, acusó en un punto este peligro dentro de una interpretación menos matizada. Por lo demás, López Cobos consiguió que la orquesta alcanzase una calidad superior al nivel habitual, lo cual tiene mayor mérito por cuanto se acercaban a la partitura por vez primera.
Las hermanas Labeque fueron magníficas solistas en el Concierto para dos pianos, que Mozart escribiese a los 23 años, y que a pesar de su ambiente amable y fácil contiene ya algunos elementos que presagian inquietudes posteriores y que, incluso en el Rondó, anticipan futuros finales operísticos aún dentro de su carácter haydniano. Las Labeque dialogaron con entusiasmo y sin problemas técnicos, siendo acompañadas con equilibrio por la Orquesta Nacional de España. El entusiasmo, muy consustancial con los viernes, no fue excesivo, pero el programa y su ejecución bien lo merecían.
Babelia
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