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Tribuna
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King Kong

Pocas horas después de la llegada de Felipe González a La Habana, TVE emitía una película clásica del cine de terror, King Kong, una versión más del mito de La Bella y La Bestia, inmortalizada en la imagen del pobre gorila llevando en la palma de la mano el tierno, cálido, aterrado pero bien torneado cuerpo de Fay Wray. No se por qué he relacionado este fotograma histórico con la foto presente en todos los diarios de la mañana: Fidel Castro abraza posesivamente a Felipe González hasta hacerle desaparecer en un seno de brazos, barbas canosas y uniforme verde olivo.

Algunos tratamientos informativos del viaje de Felipe González a La Habana rozan la puerilidad, otros se instalan en ella. Desde los que ven a nuestro jefe de Gobierno como una Judith socialdemócrata, metiéndose en la tienda de campaña del Holofermes comunista, hasta los que se lo plantean como una peripecia de la doncella jugueteando irresponsablemente con el Ogro. Todos, o casi todos los titulares, indican que Felipe González, menos en el abrazo inicial, mantuvo las distancias, como aquellas jóvenes virtuosas que se prestaban a bailar el agarrao ma non troppo. Uno se imagina este bolero con el brazo de Felipe a manera de tensor distanciador de¡ corpachón de Fidel, lejanos los alientos y los ojos vigilantes por si el otro se propasa.

Pero en la realidad las cosas deben de haber ido de otro modo. Cada cual interpreta su papel maravillosamente. Felipe representa una Internacional por demostrar, la segunda, y Fidel una Internacional indemostrable, la neutralista. Pero tanto la por demostrar como la indemostrable son necesarias como puntos de referencia, como dos puntos cardinales menores pero imprescindibles para acabar de dar sentido a los puntos cardinales de verdad, que no son cuatro, sino dos. Comedia ya de costumbres que poco se parece a la tragedia del pobre King Kong, secuestrado por el capitalismo sin entrañas mediante el señuelo, más tontorrón que inocente, de una frágil mujer.

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