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Joselito se prepara para dar la batalla a las figuras del toreo

Joselito, él mismo lo dice, no para de montar a caballo, de andar por el campo, de ejercitarse duro para coger fondo, y todo ello con el exclusivo propósito de ganar la batalla a las figuras del toreo la próxima temporada y dejarlas segundonas en el escalafón de matadores. Ésta es ahora, él mismo lo dice, su suprema aspiración. El resto de cuantas circunstancias rodean a un matador de toros con ambiciones, incluidas novias y dinero, queda aplazado; hasta torear bien.

Que haya relegado a segundo plano la interpretación del toreo bueno parece un despropósito. Ya de novillero Joselito destacaba por su conocimiento inusual de un riquísimo repertorio de suertes, que desarrollaba en todos los tercios, y por la hondura, pulcritud y gusto con que las ejecutaba. Sin embargo, desde su confirmación de alternativa en la pasada feria de San Isidro, ha conocido de cerca la maraña de intereses que tejen quienes dominan el mundillo taurino, y para romperla, ha resuelto atropellar la razón en los ruedos."Tengo que romper", insiste Joselito, "y no hay otro camino que echarle al toro las dos rodillas en tierra de recibo, quedarse quieto y entrar a los quites aunque pegue arreones, banderillearlo aunque sea de contraestilo, sacarle faena aunque no se deje". Su apoderado, Enrique Martín Arranz, es coautor de esta estrategia y afirma que, hasta junio de 1987, Joselito debe actuar así. Todo está programado y bajo control.

Martín Arranz explica las motivaciones: "Lo que José ha hecho en su primera temporada de matador de toros tiene mucha importancia: 51 corridas a la máxima tensión, jugándosela en todos los tercios y todos los toros, sacándoles partido y triunfando en la mayor parte de ellos. Pero el momento de la fiesta es de tal naturaleza que, cuando llegue 1987, habrá de partir de cero".

"Lo suyo", insiste el apoderado, "es armar el alboroto en las primeras ferias importantes, desde fallas a San Isidro, igual que acaba de hacer desde San Isidro. Una vez conseguido esto, ya podrá relajarse y cuajar toros como él sabe hacerlo. ¿Que esta forma de torear no cuadra con la personalidad de José? Por supuesto, ya que él entiende el toreo como arte y lo interpreta con sentimiento. Pero este sacrificio es necesario, pues si no arrolla, corremos el riesgo de que las empresas lo marginen".

Hay otro torero que ya se pasea por la cumbre, Espartaco, y el taurinismo que manda ha intuido las lucrativas posibilidades de emparejarlo en los carteles con Joselito. Naturalmente será un montaje, pero sus protagonistas se encargarán de darle autenticidad, pues ambos tienen pundonor y de ninguna manera se van a dejar ganar la pelea. Dice Joselito: "Hernos alternado varias tardes y si él cortaba más orejas que yo, reconozco que me sentaba fatal. Una tarde le gané por tres cero y, cuando me sacaban a hombros, pensaba: Espartaco, no va a ser la última".

Competencia en quites

Joselito estuvo toda la temporada intentando darles el baño a las figuras. En quites no las dejaba vivir; había tardes en que hacía seis, cuando lo normal en las figuras es que no hagan ninguno. Trascendía al tendido este espíritu combativo que resucitaba la competencia, y tenía su recompensa. Allá donde se anunciaba, Joselito era la expectación máxima, y generalmente no defraudaba.Naturalmente, hubo sus excepciones. Lo cuenta así el torero: "En Logroño hice el Curro. En Logroño me querían matar. La verdad es que me salieron toros broncos y el segundo se me venía al pecho cada vez que le ponía la muleta. Hube de aliñar y la gente se puso hecha una furia. Yo oía los insultos, me llovían almohadillas, y al salir de la plaza, si no llegan a protegerme los guardias, no sé qué hubiera pasado".

"Por lo menos un tortazo nadie te lo quita", añade Martín Arranz. "Entre el gentío que se avalanzaba amenazador, y los guardias que rodeaban a José, se coló un individuo fortachón, con boina, que lo atrapó por el cuello, y ya le iba a meter el puño, cuando la policía intervino. Gritaba: ¡Con la de kilómetros que he tenido que recorrer, encima lloviendo, para verte, y me haces esto, granuja".

"Pero un mes más tarde", continúa Joselito, "al acabar la corrida de Zaragoza, donde se dio bien y salí a hombros, veo que el mismo señor se abre paso entre la gente a empujones, viene hacia mí -yo pensaba: ahora es cuando me atiza-, me abraza, y me dice: 'Así has de torear siempre, chaval; ahora sí que me vuelvo contento a mi pueblo".

Otras tardes a Joselito se le veía sin fuerzas, palidísimo, y en la feria de San Sebastián de los Reyes, donde Espartaco triunfó clamorosamente y él no, daba la sensación de que se iba a desmayar. "De aquello tuvo la culpa unpobre perrillo", explica el torero. "íbamos en coche a casa de un amigo que vive en el pueblo, para vestirme allí de luces, cuando un perrito chiquitín cruzó la carretera y un automóvil que circulaba en sentido contrario lo mató. Me dio muchísima pena y no me lo podía quitar de la cabeza, hasta el punto de que me puse malísimo. Toreé con la tensión muy baja y estaba deseando que se terminara la corrida para meterme en la cama. Es verdad que con la tensión he tenido problemas, y lo achaco a la dureza del final de la temporada. Pero ahora estoy hecho un tío".

El debú de Joselito en América será en diciembre. Empezará en Caracas y sumará unas diez corridas en Venezuela y Colombia. Lo ha retrasado porque es menor de edad -en mayo cumplió 17 años-, sujeto a tutoría, acosado por vidriosos problemas familiares, y no le daban el pasaporte. Martín Arranz fue el encargado de templar gaitas pues, al parecer, los toma y daca de la familia, a Joselito le deprimen. Ya ha pegado el estirón, y madurado psicológicamente, pero aún no ha dejado de ser aquel Lentejita que destacaba en la escuela taurina de Madrid y cuando terminaba la tarea era un chiquillo entristecido. Lo de Lentejita se lo puso Yiyo, que era compañero de escuela (aunque de los mayorzotes) y se querían mucho.

Precisamente el peón Juan Cubero, hermano de Yiyo, acompañará a Joselito en la campaña americana que hará corta. Dice Martín Arranz: "Los gastos de viajes y estancia son cuantiosos, mientras los honorarios están muy bajos, a causa de la devaluación de las monedas nacionales. Por esta razón torearemos únicamente la decena de corridas que de verdad interesan. Además en Madrid tenemos mucho que hacer. José ha de estudiar, aunque los libros no le tiren demasiado; pretendemos que, por lo menos, acabe el BUP". Un hermano de Enrique Martín, que es licenciado, va de mozo de espadas en la cuadrilla y se preocupa de darle al torero unos conocimientos culturales básicos.

Joselito ha renovado totalmente su cuadrilla. La forma de bregar, unos, y de picar, otros, no le convencían. "A los toros hay que llevarlos por delante con el capote, sin m olestarlos", explica, "y no a tirones, según hacían. También me los picaban trasero, lo cual es un disparate, porque el puyazo trasero no ahorma al toro. Pero no era eso lo peor: uno de los picadores hasta empuñaba la vara con ambas manos. De manera que decidí sustituirlos; y lo sentí, pues son muy buena gente".

Los brindó Joselito el último toro de la temporada, en Jaén, y ninguno quiso salir a recoger el brindis. Fue muy violento para todos, inciuso para el público, que se encrespó con los díscolos. En la feria de Jaén cayó el telón de la temporada y Joselito dejó allí un cotizado cartel de torero valiente y arrollador. Según el plan de trabajo diseñado, corresponde que el año próximo lo complemente con los atributos del arte. Por voluntad no queda, pero el toro también tiene algo que decir. El toro puede desbaratar las más minuciosas programaciones.

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