El presidente de los obispos de EE UU advierte de la deslealtad de algunos católicos hacia el Vaticano
La Iglesia católica norteamericana, dividida por determinadas medidas disciplinarias del Papa, acudirá a Juan Pablo II para discutir la fuerte crisis de entendimiento surgida entre el Vaticano y el catolicismo estadounidense, fundamentalmente liberal. El hasta ayer presidente de la Conferencia Episcopal, James Malone, advirtió a la conferencia, reunida en Washington en su asamblea anual, de "la peligrosa deslealtad" de algunos católicos norteamericanos con el Vaticano. Esta crisis ha relegado a segundo plano la polémica pastoral sobre la economía que votará la conferencia esta semana. Los obispos eligieron ayer como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal al arzobispo de Saint Louis (Missouri), John May.
La insólita decisión del Papa de limitar la autoridad pastoral del arzobispo de Seattle, Raymond Hunthausen, y la prohibición de enseñar teología al teólogo "disidente" y liberal en cuestiones sexuales Charles Curran de la universidad Católica de Washington, están en los orígenes de la crisis. Los obispos estadounidenses se debaten entre la lealtad al Papa y la realidad de una Iglesia acostumbrada a practicar, desde la base, la libertad de expresión, y que en cuestiones morales y sexuales defiende unos principios y unas prácticas muy avanzadas para la filosofía actualmente reinante en el Vaticano.Malone, obispo de Youngstown (Ohio), pidió a los otros prelados que estas tensiones se resuelvan antes de que el Papa realice su anunciado viaje a Estados Unidos, en septiembre del año próximo. "Como ciudadanos moriremos para defender la libertad de expresión, pero como católicos debemos defender aún más la revelación dada por Cristo y la responsabilidad de la Iglesia por una auténtica enseñanza de la verdad revelada", afirmó el presidente de la Conferencia Episcopal. El nuncio del Vaticano, Pio Laghi, un ultraconservador leyó a los obispos un mensaje del Papa centrado en el papel del Vaticano para reforzar la unidad de la Iglesia y "proteger su legítima variedad".
La ortodoxia vaticana, para algunos obispos el "autoritarismo", se ha dirigido contra Hunthausen, un popular obispo de 65 años firme partidario del desarme nuclear, y cuyas prácticas pastorales no gustan a los católicos conservadores ni al nuncio en EE UU, que fueron quienes iniciaron la campaña contra el pastor de Seattle, y tampoco al Papa.
Acusado de organizar misas para homosexuales, colectivo que está ahora en el punto de mira de Roma, ser demasiado liberal en los asuntos del divorcio y el aborto en su diócesis y permitir dudosas prácticas litúrgicas, Hunthausen ha visto recortada su misión pastoral en varias áreas concretas, que han pasado a ser desempeñadas por un obispo auxiliar designado por Roma.
El Papa ha despojado al arzobispo de Seattle de su responsabilidad en materia de educación de sacerdotes, liturgia, administración de sacramentos para homosexuales y relaciones con instituciones de ayuda sanitaria. Las acusaciones contra el arzobispo de Seattle, ciudad de la costa Oeste norteamericana, en el Estado de Washington, se centran en su permisividad en la administración de confesión y comunión a divorciados y las cuestiones del sexo premarital, anticonceptivos y esterilización.
El caso de Hunthausen fue discutido ayer, a puerta cerrada, por los 300 obispos que forman la Conferencia Episcopal Norteamericana. Aunque el presidente de la reunión dijo que "se trata de ofrecer apoyo fraternal a Hunthausen en sus futuros esfuerzos para administrar la diócesis", sus hermanos en Cristo están muy divididos sobre la acción disciplinaria del Papa. Para el obispo de Milwaukee, Roma "debe evitar caer en el fanatismo". El obispo de Saint Paul ha escrito, en el boletín de su diócesis, que los obispos americanos le deben decir al Papa que esta polémica "ha causado gran dolor".
El cardenal de Chicago, Joseph Bernardin, admite que el asunto afecta "a la moral" de la Iglesia norteamericana. Por el contrario, el cardenal de Boston, Bernard Law, defiende la acción disciplinaria requerida, en su opinión, por el alcance de "las erróneas prácticas pastorales en Seattle. No actuar hubiera sido irresponsable por parte del Vaticano".
Pero la mayoría de los sacerdotes, religiosos y fieles de su diócesis apoyan a Hunthausen, y su misa del pasado domingo se convirtió en una expresión de esta solidaridad. Frente al hotel de Washington donde se está celebrando la Conferencia Episcopal, grupos de católicos progresistas se manifiestan constantemente a favor del arzobispo de Seattle.
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