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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Trato de homosexuales

Un mundo como el que ansiaba San Harvey Milk [el homosexual de San Francisco que en 1977 luchó por un puesto municipal en la ciudad norteamericana, lo obtuvo y luego fue asesinado por un colega de ayuntamiento], ése podría ser el futuro que se agazapa en cualquier década del siglo XXI; y, aunque muchos no lo veremos, sí podemos lamentarlo, sin duda inútilmente. El editorial de EL PAÍS del 5 de noviembre tiene el mismo sesgo invertido delPasa a la página siguiente Viene de la página anterior

documental que emitió Televisión Española el 31 de octubre sobre el tiempo del homosexual confeso y mártir que acabo de canonizar. Refiriéndose a la milenaria doctrina católica sobre moral sexual, afirma su periódico que "nada menos probado, menos científico o menos humano". Pero si hay algún punto seguro en las movedizas arenas de la ciencia, ese punto es que nada hay seguro en ella, que la ciencia, en todas sus ramas, está absolutamente preñada de ideología. Los editorialistas de su periódico lo saben, pero lo aplican discrecionalmente. Como sin duda saben también que desde una ideología sólo es posible combatir otra, pero no demostrar su error.

A veces, la humilde noticia recogida por un oscuro reportero puede minar un editorial pretencioso. La muerte que un chapero dio a su cliente el pasado 13 de octubre, en Madrid, podría justificar la integrista doctrina del cardenal Ratzinger y dejar ayunos de razón tanto a los colectivos gay, en trance de denunciar a un Vaticano venido a menos, como a los defensores de aquéllos, sean periodistas atrevidos, moralistas inversos o teólogos progres. Porque razón, lo que se dice razón, no hay en tal defensa, lo cual no obsta para que se haga en nombre del tiempo por venir.

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La condena moral que Gennari hace en EL PAÍS del 6 de noviembre de la condena inmoral de Ratzinger bien merece resumir algunas reflexiones tan desordenadas como inmoralmente peligrosas. Pues la verdad es que no deja de resultar chocante: con ciertas opiniones, EL PAÍS puede estar dando la falsa imagen de revolucionario. Me refiero a sus opiniones, aparentemente valientes, sobre materias como el aborto, la homosexualidad, la eutanasia y otras enmiendas parciales a la moral establecida. Basta, sin embargo, un ligero análisis para comprobar el grado de su tibieza basal. Demostrar la legitimidad del aborto con el deductivismo escolasticista empleado por Jesús Mosterín en un reciente artículo y refutar la condena vaticana a la homosexualidad utilizando argumentos de tolerancia, una virtud de origen cristiano, como hace Gennari en su artículo y como hizo EL PAÍS en su editorial, es simple y llanamente regar fuera del tiesto a sabiendas. ¡Cuánta valentía mal aprovechada! Ya va siendo hora de decir en voz alta que bajo el sagrado respeto a la vida pueden estar agazapados los más reaccionarios principios de la eficaz cultura neolítica que hace de la producción el bien supremo. Alguien debería atreverse a decir con firmeza y serenidad que la sagrada reproducción de la especie y el derecho a la vida están siendo manipulados, hipócritamente, como una forma más de producir, más aún, como la forma de producción por antonomasia, de la que derivarían todas las demás. Por definición, racional es todo aquello que va en el sentido de la producción y del orden que de ella dimana, siendo, por consiguiente, irracional todo lo que se opone a este fin. Periodistas avanzados, moralistas con base científica, teólogos no dogmáticos y, en general, todos aquellos que acostumbran a pensar de un modo independiente, libre y no comprometido con el poder, parecen estar convencidos de que la única posibilidad de un cambio verdaderamente revolucionario en las costumbres, en las leyes y en las mentalidades individuales y colectivas, radica en la transformación de las relaciones de producción que no olvide destruir los mitos de la producción y del trabajo concebidos como valores supremos. Y todo lo demás se conseguirá por añadidura. Las demás fórmulas son o pueden terminar siendo total o parcialmente colaboracionistas.- Francisco Muñoz de Escalona.

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