Dos conciertos inhabituales

Dirigió López Cobos con la Orquesta Nacional un programa heterogéneo, tal y como se decía en los comentarios. Por una parte, la Quinta sinfonía de Beethoven, asignatura obligada en un maestro de tan brillante carrera como el titular de la ONE, y que, por lo mismo, no debe estar sometida, cada vez que se programe, a nuevos comentarios críticos. Sobre todo cuando se necesita el espacio para dos estrenos bastante singulares: un concierto de guitarra y otro de batería de jazz. En el primero, el argentino-estadounidense Leo Schrin (Buenos Aires, 1936) vuelve la mirada a la diversidad histórica de la guitarra desde los renacentistas hispánicos hasta lo popular de las Américas. Logra, a través de una bien escrita parte solista -defendida con buen arte y refinado criterio por Ángel Romero-, una música grata, sin problemas, casi perteneciente al género que los alemanes denominan unterhalden, pero flexible y halagadora.

Enrique Llácer Regolí (Alcoy, 1934) es un percusionista fabuloso. Más de una vez, observar su trabajo al fondo de la orquesta nos libra de jornadas tediosas. Músico preparado, gusta de escribir partituras en las que se resalte su especialismo. Así este Concierto número dos para batería de jazz y orquesta, en el que, como en Emmo, el compositor es a la vez ideal intérprete.

La característica de Llácer es la de un riquísimo sentido del matiz, la de hacer preciosismo con la percusión. En su obra, se conceden posibilidades grandes en este sentido, además de que las virtuosísticas en Regoli alcanzan grado máximo. Escuchó larguísimos aplausos en unión de López Cobos y sus compañeros de la Nacional.