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Tribuna:
Tribuna
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Manuel Vicent

Al son de las trompetas de plata se habían abierto todas las tumbas y por distintos caminos iban los mortales, desnudos, confluyendo hacia el valle de Josafat para ser juzgados. Al pie de la muralla, junto a la puerta dorada de Jerusalén, estaba dispuesta la alta tribuna con la poltrona de Jehová aún vacía. Por supuesto, yo era uno de los reos infinitos que en aquella cuenca descarnada, bajo el sol terrible de Judea, esperaba el juicio final con la culpa en la cerviz. ¿Por qué Dios tardaba tanto en bajar? La humanidad había llenado ya por completo el aforo y muchos hacían sonar palmas de tango. Envueltos en una claridad de cal viva, unos entretenían la espera echando naipes sobre las losas de los sepulcros, otros se daban leche hidratante en las paletillas y todos conflaban en que el juicio se celebraría dentro del humanismo cristiano. También yo imaginaba que, llegado el momento, sería conducido personalmente a la presencia de Dios. Tal vez, en un lugar invisible de las esferas, un ángel pendolista había anotado en un gran códice de vitela cada acto de mi vida. Con una pluma de ave del paraíso, este secreto escribano había confeccionado un registro de antecedentes penales. Ahora, el libro de mi existencia sería abierto a la luz calcárea del desierto y Dios haría deslizar su dedo ardiente por la lista de mis pecados, escrita con letra redondilla, y antes de emitir sentencia probablemente me miraría a la cara y yo pondría ojos de borrego degollado para mover su compasión.Pero el tiempo pasaba y Dios no acababa de ocupar la presidencia del tribunal. En seguida comenzó a cundir un avieso rumor entre el público que pronto fue confirmado. A través del megáfono sonó en el valle de Josafat una potente voz, que no era la de Jehová, sino la de un subalterno, para anunciar este mensaje: "Señoras y señores, en este juicio final cada uno de ustedes va a ser juzgado por ordenador". Al oír esto me puse a temblar. No había escapatoria. Al delegar el último veredicto a las máquinas, Dios se sentía libre de toda responsabílidad.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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