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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El amor al vecino

LA NUEVA cumbre hispano-lusa, que ha reunido el pasado fin de semana en la localidad portuguesa de Guimaráes a los jefes de Gobierno de España y Portugal, representa, como han resaltado ambos interlocutores, un salto cualitativo en las relaciones entre los dos países. Ese salto es, a su vez, consecuencia de la situación derivada del ingreso de ambos en la Comunidad Europea (CE).Esta ha sido la primera vez que se entrevistaban, en un encuentro de este tipo, González y Cavaco Silva, elegido líder portugués en los comicios del 6 de octubre de 1985. En las dos cumbres anteriores -la de Lisboa, en noviembre de 1983, y la de Alcántara (Cáceres), en mayo de 1985-, el interlocutor del jefe del Gobierno español fue Mario Soares, actual presidente de la República Portuguesa.

La ilueva situación comunitaria obliga a ambos países a encontrar una vía de entendimiento para resolver los problemas que entorpecen sus relaciones, tradicionalmente falseadas por una mezcla de retórica, desconfianza y desconocimiento. En este marco comunitario se propicia el nuevo clima de armonía y cordia.lidad que ha caracterizado una reunión que, aunque parca en resultados inmediatos, abre la vía para un desarrollo de numerosos asuntos de interés bilateral que empezaron a abordarse en los últimos tiempos. Así, la sustitución del viejo Pacto Ibérico, firmado por Franco y Salazar en 1939, por el Tratado de Amistad y Cooperación de noviembre de 1977 abrió el camino a una desconocida frecuencia de encuentros entre los ministros de Asuntos Exteriores y jefes de Gobierno de ambos países.

Un ejemplo de que esos contactos han crecido en eficacia fue el acuerdo de mayo de 1985 sobre comercio bilateral para el período transitorio hasta la plena integración de los dos países en la CE. Ahora, en Guimaráes, la mayoría de los problemas bilaterales -tales corno el desequilibrio de la balanza comercial, desfavorable a Portugal; la pesca; la invasión de productos siderúrgicos españoles en el mercado portugués; el desequilibrio en contra de España del reglamento de la CE sobre exportaciones de productos portugueses; el tránsito por España de los emigrantes lusos- han sido objeto de estudio, y ambas partes han expresado su voluntad política de resolverlos, así como de impulsar la convergencia en proyectos de cooperación industrial, como es el caso del enlace a la red europea de gas natural.

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Más, allá, no obstante, de atender a conflictos concretos, la nueva realidad comunitaria debería también servir para la expansión de las relaciones económicas, técnicas, científicas, industriales y culturales entre los dos países. En el nuevo contexto europeo, España y Portugal son más complementarios que competitivos, pero, paradójicamente, las barreras administrativas y aduaneras hispano-lusas siguen siendo muy altas y ridículo el nivel de sus intercambios. En los cinco primeros meses de este año, el volumen de comercio en los dos sentidos, por ejemplo, ha alcanzado tan sólo 69.000 millones de pesetas, pese a su progresivo incremento.

Por otra parte, el mismo encuentro presidencial parece ha.ber sentado las bases para un futuro incremento del flujo turístico, a partir de la mejora de los grandes ejes de transporte por carretera y ferrocarril. El trasvase turístico entre los dos países es hoy muy poco relevante, y la mayor atención hacia los portugueses en España está reclamada por el tránsito de emigrantes de aquel país hacia Europa y la permanencia de unos 86.000 en España, de los que más de la mitad se encuentran en situación ilegal.

Finalmente, el anuncio de la entrada en funcionamiento el año próximo del Centro Cultural Español de Lisboa y la intención portuguesa de establecer en Madrid urja "estructura cultural apropiada" pueden ser los signos que inicien una etapa que termine con la figura de los vecinos permanentemente incomunicados.

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