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Un frente abierto contra el dolor

La mayoría de los grandes hospitales de Madrid cuenta ya con unidades especializadas

Son los magos del dolor, aunque sin duda torcerán el gesto al leerse denominados así. Son médicos que se han especializado en el tratamiento del dolor, en procurar que los enfermos, terminales o no, puedan sobrellevar su enfermedad sin padecer obligatoriamente sufrimientos que exceden la capacidad de resistencia de una persona. Desde que el doctor Madrid Arias, pionero de esta nueva especialidad, pusiera en funcionamiento la primera unidad de dolor en Madrid, en el Primero de Octubre, hace 12 años, la experiencia se ha extendido prácticamente a toda España, aunque a veces un exceso de precipitación provoca luego que las unidades desarrollen sus actividades de forma precaria.

El doctor José Luis Madrid Arias dirige una de las pocas unidades de tratamiento y estudio del dolor que se pueden considerar perfectamente dotadas para su función, que no es sólo tratar los casos particulares en las mejores condiciones, sino propiciar la investigación y la docencia. En los últimos cuatro años, más de 60 facultativos extranjeros, becados por sus respectivos países, han pasado un año -tiempo mínimo que el doctor Madrid exige de aprendizaje- en su unidad, en la sexta planta del Primero de Octubre.En una de las salas de la unidad, una mujer madura se encuentra tendida en una camilla, con una inyección intravenosa en su brazo izquierdo. El doctor Madrid explica su caso: una mujer aquejada de una neuralgia posherpética, que la tenía prácticamente inutilizada para vivir su vida normal. "Ya tiene curada la infección viral, pero le queda una lesión nerviosa de la que estuvo en tratamiento un año, sin resultados, hasta que su médico de cabecera nos la remitió".

La mujer cuenta que desde que acude, dos o tres veces por semana, a la unidad para recibir tratamiento, los dolores continuos se han mitigado mucho, ya no sufre crisis de dolor intenso y ha recuperado el sueño normal. "Hasta entonces, no podía parar tranquila a ninguna hora del día. Me era casi imposible dormir", dice la mujer, "iba por la calle atemorizada de que alguien me rozara o me diera un golpe, por pequeño que fuera. Incluso un viento un poco fuerte contra la piel me provocaba fuertes dolores", y la mujer enseña, debajo de la blusa, las hojas de periódico que todavía no quiere quitarse y que la protegen contra ráfagas de viento imprevistas.

"El dolor", dice el doctor Espejo, responsable de la unidad de La Paz, "es un aviso del organismo que nos indica que algo va mal, que nos pone en guardia contra el deterioro de la salud. Pero, sobrepasado cierto nivel, puede hacer la vida insoportable a una persona, y que, por su propia intensidad y continuidad, puede dar lugar a depresiones, neurosis e incluso a nuevas enfermedades".

Es en este momento cuando el enfermo desemboca en la unidad de dolor. Cuando ya está diagnosticado, se conoce la enfermedad que padece y el tratamiento a seguir -hay excepciones, dolencias a las que falta la definición de su causa, pero son las menos-, pero los sufrimientos son tan intensos que hay que tratarlos independientemente.

La lucha contra el dolor en España es relativamente reciente, aunque, paradójicamente, fue el cirujano Fidel Pagés, médico de la Marina española, quien, en 1921, dio a conocer un procedimiento fundamental para mitigar el dolor, la anestesia epidural. Sus prácticas quedaron en el olvido, hasta que, en plenia II Guerra Mundial, un anestesista estadounidense, el doctor John Bonica, tuvo conocimiento del trabajo de Pagés y comenzó a aplicarlo con éxito, no sólo para las intervenciones quirúrgicas, sino Para mitigar o incluso eliminar el dolor en períodos prolongados de convalecencia.

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La importancia que desde hace años se ha dado al tratamiento contra el dolor ha originado la aparición de técnicas y presuntos profesionales poco preparados -el doctor Madrid cita el boom de la acupuntura-, que crearon unas expectativas risueñas que luego se revelaron falsas en gran parte. "Esto es contraproducente porque origina luego una desconfianza del público hacia todo el estamento médico", señala Madrid Arias, para el que el tratamiento del dolor sólo puede ejercerse e investigarse en el marco de los grandes hospitales. "Y tampoco queremos dar la impresión de que podemos, en todos los casos, eliminar completamente el dolor. Con frecuencia sólo conseguimos mitigarlo hasta niveles soportables. Ni tenemos fórmulas milagrosas ni pretendemos ser la Virgen de Lourdes".

Sociedad doliente

Vivimos en una sociedad doliente, en la que el dolor, en cada uno de los individuos que la componen, es una presencia constante "Sin embargo", afirma Madrid Arias, "hubo que convencer a la Administración de la importancia y extensión del problema, y de la necesidad de dotarnos de medios para abordarlo". Actualmente, la unidad del doctor Madrid cuenta con personal médico y de enfermería fijo, en tres turnos diarios, provistos de todo el utillaje médico necesario.Esta preocupación actual por el dolor contrasta con actitudes extremas que todavía subsisten en España. La actitud fatalista, de resignación ante el sufrimiento y la actitud contraria, la de atiborrarse con productos fuertes, tipo morfina, o tranquilizantes y analgésicos sin control médico. "El tratamiento contra el dolor tiene que hacerse", añade el doctor Espejo, "siguiendo una estrategia farmacológica, aplicando un procedimiento concreto en un momento concreto. Sería muy importante que los médicos de cabecera conocieran las ideas básicas en cuanto al tratamiento del dolor crónico.

Que la lucha contra el dolor sea importante no significa que se libre de la lentitud en la toma de decisiones de la burocracia ni de la falta de medios económicos. En pocos hospitales madrileños las unidades de dolor están atendidas por médicos con dedicación plena. Lo más normal es que los facultativos las compaginen con otras actividades médicas. Tampoco es frecuente que las unidades de dolor cuenten con camas propias, algo que para Madrid Arias es imprescindible.

En síntesis, el tratamiento contra el dolor no trata de combatir la enfermedad, sino de mitigar sus efectos en el paciente, aunque se dan casos, como, por ejemplo, una afección herpética -infección viral en un nervio-, en que si se elimina el dolor se elimina la enfermedad, en el sentido de que la persona sigue enferma pero puede seguir su vida cotidiana con relativa tranquilidad.

La ambigua fama que han tenido las unidades de dolor proviene fundamentalmente de que el público las confunde con la atención a enfermos moribundos, "pero esto no es así", afirman, por su parte, los doctores Reig y Oliveras, de la unidad de la clínica Puerta de Hierro. "Por supuesto que también tratamas enfermos terminales pero son sólo una proporción pequeña de los pacientes que atendemos. Tampoco se tratan sólo patologías cancerosas, las más conocidas. Un dolor intenso y contintio pueden producirlo muchas causas, herpes, cefaleas, neuralgios, dolores de miembros fantasmas, etcétera, y cada una necesita un tratamiento diferenciado".

Estos tratamientos se pueden agrupar en cinco grandes bloques: la aplicación de fármacos, ya sean analgésicos o dirigidos al sistema nervioso central; el uso de estimulaciones eléctricas, adecuadas para combatir enfermedades no cancerosas; los bloqueos nerviosos, tal vez los más espectaculares en su aplicación y efectos -consisten en adormecer el nervio que transmite la señal de dolor-, ya sea en puntos concretos o en secciones de la médula espinal; la intervención quirúrgica, la más drástica, que no adormece el nervio, sino que lo destruye. Sólo se emplea en casos especiales, porque un nervio tiene otras funciones aparte de transmitir dolor, y no se le puede eliminar alegremente. La quinta técnica es el tratamiento psicológico, porque no es raro que una alteración psíquica origine una enfermedad, y no se puede eliminar el dolor sin antes tratar dicha anomalía.

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