Palabrería visual
Parece que Ferreri ha adoptado como tabla de salvación la fórmula de una especie de unidad secuencial sostenida que es útil para los relatos con tiempo distendido y que generalmente les va bien a las cadencias subjetivas de tipo lírico.Pero esta fórmula es adoptada por Ferreri para narrar relatos de tiempo concentrado y cadencia objetiva y crítica. Resultado: cuando la historia es elástica y se acopla a esa fórmula, la pantalla no chirría y la película funciona; pero cuando fórmula visual y relato se dan de tortas, le sale un chorro de palabrería visual. I love you es una de estas naderías.
Otro lado oscuro de este mediocre filme, cuyas gracias, se resumen en chispas de absurdo derivadas del choque entre un comportamiento individual raro y su referencia genérica normal -un hombre se enamora de una muñequita-llavero que a cada silbido le contesta que le ama-, es su habilidad para atrapar asuntos ajenos y hacerles parecer propios sin serlo.
I love you
Director: Marco Ferreri. Guión: Oldoni, Kaminka y Ferreri. Argumento: Ferreri. Fotografía: Lubtchansky. Música: Sarde. Francia / Italia, 1986. Intérpretes: Christophe Lambert, Eddy Mitchell. Estreno: cine Alphaville.
En I love you, las campanas que Azcona y Berlanga tocaron en Tamaño natural no es que suenen, sino que su repique ensordece. Con la diferencia que, con el empequeñecimiento de la muñeca, Ferreri se refugia en la confortabilidad de lo inverosímil.
Juega el filme con un humor cínico de regla de cálculo, manipula con guantes higiénicos una miseria, y así da la impresión de que su autor se duele de la lluvia desde las proximidades de un fogón resguardado de ésta y otras intemperies. Y sobre los ecos argumentales de Tamaño natural Ferreri añade a su fórmula de unidad secuencial unas -aparentemente audaces, pero en realidad facilonas- rupturas con bocadillos televisivos dentro de la acción. Pero da la casualidad de que esto es lo que hizo -con riesgo- Fellini en Ginger y Fred.
Cuando un cineasta se empeña en narrar sistemáticamente algo raro e insólito, cae irremisiblemente en el originalismo, considerado como la más rutinaria de las rutinas. La calculada búsqueda de antitópicos le lleva a Ferreri al peor tópico, y aquella unidad secuencial de su fórmula se arma hasta los dientes con la marrullería del subrayado.
Por ejemplo: Lambert silba a la muñeca y ésta no responde con el buscado "I love you". El chico pone cara de decepción mientras que (oh sagaz guiño crítico) en la televisión se proyecta una escena de El diablo era mujer, de Marlene-Steinberg, para que nos enteremos de qué va la cosa. Subrayados de esta especie los hay en I love you en cosecha. Se siguen un rato, hasta que la mirada se nos va a otra parte y nosotros con ella.
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