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La solución: consenso y 'cohabitación'

Si es cierto que las sociedades democráticas aspiran al consenso, Francia e Israel ofrecen el ejemplo de una solución política adaptada al deseo de las masas. Esto se llama aquí cohabitación, y allí, rotación y unión nacional, y en ambos casos funciona. Con mayor razón, además, porque los protagonistas no están en realidad para gran cosa y la aritmética electoral para mucho. Evidentemente, Simón Peres va a cambiar sin entusiasmo con Itzhak Shamir un sillón de primer ministro por una cartera de Asuntos Exteriores.Pero se trata de la ley del genero. Un género que, tanto en París como en Jerusalén, obliga a que los dos políticos pongan buena cara y que al menos se les prohiba tomar la iniciativa de la ruptura bajo pena de ser castigado por el electorado como destructor de la unión nacional. Incluso si ella resulta de un empate, los sondeos muestran que la fórmula

gusta. (...)

Económicamente ha permitido volver a poner el país a flote. Un éxito pagado a costa de los asalariados -clientela laborista-, pero con la contrapartida de un bono de eficacia para Simón Peres. En política extranjera el resultado está menos claro.

(…) Si, a largo plazo, el programa laborista de un compromiso territorial con Jordania es irreconciliable con la voluntad del Likud de anexionarse los territorios ocupados, y si apenas se pueden esperar de Shamir gestos espectaculares a lo Simón Peres, como el encuentro de Ifrán con el rey de Marruecos, los dos grandes partidos israelíes no tienen divergencias esenciales en lo inmediato. Nada de reconocimiento y, a fortiori, diálogo con la OLP, nada de vuelta a las fronteras de 1967, sigue siendo el credo

común. (...)

, 14 de octubre

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