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Los dos mensajes

Su tercera visita a Francia lo demuestra claramente: el mensaje de Juan Pablo II se divide en dos. Por una parte, se dirige a todos los hombres; por otra, se dirige a los católicos de su Iglesia. Por no distinguir su alcance, universal o particular, se expone a equivocaciones repetitivas y estériles.El alcance universal del mensaje es precisamente que no es patrimonio de nadie y que todo el mundo puede invocarlo en palabras y en acciones. El presidente de la República francesa ha resumido esos temas esenciales al recibir al Santo Padre en el aeropuerto: oponerse a la "injusticia de los privilegiados", a las "locuras de la intolerancia". Respecto del alcance particular, el jefe del Estado lo ha insinuado delicadamente en sus primeras palabras de bienvenida: "Francia os acoge con alegría y respeto en la diversidad de sus Creencias y convicciones".

( ... ) En Francia, la separación entre la Iglesia y el Estado viene de muy atrás, y ninguna autoridad de la Iglesia católica, empezando por su jefe en Roma, se atreve a cuestionarla. Puede parecer que esta convicción se desmiente por los hechos, especialmente con ocasión de una visita del soberano pontífice. El despliegue de fuerzas de policía, la amplitud del acontecimiento, el aspecto comercial y, todo hay que decirlo, el inevitable cortejo de necedades que rodean la visita, todo ello puede irritar o desencadenar la cólera de los franceses que no admiten parentesco alguno con "la primogénita de la Iglesia".(...)

El triunfalismo podría perdonarse si no hubiera algunas palabras que, junto al mensaje de paz universal, se atragantan. Palabras que tienen su raíz en un credo, y que por tanto son válidas para los católicos "hermanos en Cristo". Un botón de muestra es la condena del aborto. Detrás de esta condena hay una teología del cuerpo y de la sexualidad que va totalmente a contracorriente de este fin de siglo.

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