Se busca un 'hombre fuerte'
Ante las elecciones que llevarán a los tunecinos a las urnas el próximo 2 de noviembre, el hombre de la calle se pregunta si el actual Gobierno será capaz de abrir un proceso público a dos personas otrora influyentes en el país y ahora residentes en el extranjero: el ex primer ministro Mohamed Mzali y la ex esposa de Burguiba, Wassila Ben Ammar, de la que se divorció en agosto pasado. Nadie responde, pero si hay que señalar al más vulnerable de los dos, la gente ofrece inmediatamente un nombre: Mzali, a quien se acusa. desde las altas instancias de favorecer a sus parientes en operaciones dudosas y de haber avalado la edición de obras subversivas.
Túnez es aparentemente un país en calma y de gente bondadosa, estratégicamente situado en una ribera del Mediterráneo llena de sorpresas y sobresaltos. Aquí todo el mundo se viene planteando, ya desde hace tiempo, qué es lo que va a pasar tras la muerte de Burguiba. No hace mucho, con Mzali en el poder, existía la relativa tranquilidad de que -recogiendo el símil español- todo podría quedar .atado y bien atado", y muerto Burguiba no habina problemas para lanzar el inmediato, grito de ¡viva Mzali!Pero ahora esto es inimaginable. Mzali era hace dos meses el hombre más poderoso e influyente del país tras el presidente, y ahora se le empieza a considerar, tal vez con crueldad, casi como a un bandido. Y lo que es peor, el pueblo comienza a mostrarse agredido y expresa claramente su desconfianza hacia el político. "Da lo mismo éste o aquél, porque al final se va a llevar el dinero del pueblo...", se comenta.
Hay una crisis profunda en Túnez, con variantes: la económica, con el país en bancarrota y en urgente demanda de auxilio al exterior, y la política. Pero también hay crisis de políticos, y los más capaces piara gobernar el país o están en el extranjero o están cansados o están defenestrados políticamente.
"El Ejército es el gran desconocido de este país", se comentaba el otro día en una tertulia privada de la alta burguesía tunecina en la que estuvo presente este corresponsal. Era una de las pocas reuniones que celebra ahora este sector influyente de políticos, financieros e intelectuales automargiriados por el miedo y colocados en la retaguardia silenciosa de la expectación, del "a ver qué pasa". Pero el Ejército ya ha llegado al poder, aunque con indumentaria de civil: el general Zine el Abidine Ben Ali.
Curiosamente, en menos de un año, el octogenario Burguiba ha limpiado la cúpula política de Túnez. Si se recurre a la colección del diario oficial L'Opinión, se puede comprobar que ninguno de los actuales hombres del presidente había llegado entonces a su puesto. Hace un año. figuraban Wassila, Habib Burguiba hijo, Mzali y el ministro de Asuntos Exteriores Beji Kaid Esepsi. Ahora son Mansur Sjiri, nÚnistro personal de Burguiba, el nuevo jefe de Gobierno, Rachid Sfar, el ministro del Interior, general Ben Ali, y el recién nombrado jefe de la diplomacia, el embajador Hedi Mabruk.
El primer ministro, Sfar, es un economista muy centrado en su disciplina y en los planes de saneamiento económico ya puestos en marcha. No es ambicioso ni se le considera un político como tal, sino más bien un hombre de transición o tal vez el economista que necesitaba Túnez para salir de la quiebra.
El hombre importante es, sin duda, Ben Ali, el primer militar que Burguiba, a sus 84 años, sitúa en la cima del poder político de Túnez, en uno de los ministros más importantes: el de Interior.
El hombre de los americanos
Ben Ali despacha solo con Burguiba y la prensa oficial destaca sus actividades en grandes titulares, a veces con más relieve que el trabajo del propio primer ministro. Dicen que los dos países principales que se reparten la influencia desde el exterior sobre este pequeño Estado magrebí son Francia y Estados Unidos. Los franceses, según estos comentarios, son partidarios de fortalecer Túnez, tradicional aliado y amigo, con grandes ayudas para apuntalar su economía y apostando por la estabilidad democrática; y los segundos, a través de un Gobierno fuerte y dirigido por un hombre fuerte que garantice mantener, junto con Egipto, el bloqueo geográfico a Libia. La gente ilustrada de Túnez dice que Ben Ali es el hombre de los norteamericanos, y muy pocos lo discuten.
Esto sucede, de golpe y porrazo, cuando Burguiba acaba de cumplir 84 años, cuando el Mediterráneo entra en una de sus peores crisis, y cuando comienzan a ser capturados en muchos lugares de¡ mundo terroristas cuyo pasaporte es tunecino. Pero también cuando el país cuenta con un 70% de personas menores de 27 años, cuando en las universidades y barrios populares se palpa un movimiento fundamentalista creciente, y cuando importantes gobernantes, entre ellos cuatro antiguos ministros del Interior han tenido que evadirse al extranjero por la incomodidad en la que se veían obligados a actuar en Túnez.
Ahora, en medio de esta ensalada y con el general Ben Ali en control de la situación interna, Mzali, el otrora fiel delfín de Burguiba, aparece como la cabeza de turco de todos los males del país, al menos en el interior, donde hasta se le acusa de fomentar la edición de obras subversivas. Hay quien dice que este Gobierno no tiene la fuerza necesaria para proponer a la opinión pública un proceso político de la envergadura que supondría el encausamiento del ex primer ministro. Otros aseguran que si esto ocurriera, la nueva Administración tunecina tendría carta blanca por parte de Estados Unidos. Francia habría perdido su baza.
Túnez es ahora una gran incógnita. En el largo ocaso del mandato de Burguiba algunos disidentes consideran que se ha perdido una oportunidad para consolidar una sucesión que permita una transición sin traumas. Hasta ahora, el proceso ha adolecido de artificiosidad y al tocar a su fin este verano de sorpresas, poca gente discute ya el augurio -antes descalificado por exagerado y dramático- de que "después de Burguiba, tal vez los militares...".
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