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Miguel Dominguín Bosé cerró en Las Ventas la gira de La Salamandra

Miguel Dominguín Bosé cerró anoche en la plaza de toros de Las Ventas, con media entrada, la gira de La Salamandra (así se llama su último disco). Peinado con coleta y vestido con un traje campero -chaquetilla, faja y zajones-, Bosé abrió y cerró plaza con la canción Sevilla y bailó lentas verónicas para provocar el entusiasmo de 16.000 personas que ocupaban la mitad de los tendidos y el ruedo, suficientes para mantener, encendido, incluso bajo la lluvia, un gran entusiasmo. La proporción de mujeres (jóvenes) a hombres era de 6 a 1, parecida a la que se registra tras las guerras. Pero no era un ambiente de posguerra, sino de júbilo.

Comenzó a llover casi con las primeras notas y parte del público se quedó en las puertas de arrastre. En los accesos, numerosos revendedores ofrecían entradas a precio de taquilla y de saldo.A causa de la lluvia, altos directivos de la multinacional del disco que graba los de Bosé hubieron de refugiarse en las andanadas. Pero Bosé no se desanimó y, tras cantar Sevilla, dijo que "concierto mojado, concierto afortunado". El público se lo debió de creer porque no le abandonó. Nadie supo que un organizador especulaba con la posibilidad de suspender el concierto, pues, si se mojaban los instrumentos, los músicos corrían peligro de electrocutarse.

Bosé bailó, cantó e hizo gimnasia rítmica rodeado de cinco grandes pantallas de vídeo sobre las que se proyectaban motivos taurinos o las miradas ceñudas de los personajes de Corto Maltés, según. En un plano superior, la banda de músicos, compuesta por jóvenes italianos, a veces envueltos en humos rojos y verdes. Acompañaban las voces de dos chicas, una de ellas llamada Carla, con vestido estampado y primaveral, y que Bosé presentó como "un descubrimiento".

"Vamos a dejar las estepas siberianas y a meternos en el mundio de las pasiones, que son las que nos interesan, sobre todo si tiener carné de identidad", decía Bosé antes de entonar un motivo de pasión.

Un rugido, un rugido innegablemente femenino, un gemido más bien, puntuó no sólo las canciones, sino los movimientos del cantante. Ya fuera porque elegía un viejo tema conocido como Caridad, ya porque quebraba un suave ayudado con súbitos pasos de rock, el público gemía, ondeaba brazos, daba palmas, encendía mecheros. El gemido fue rugido claro cuando el cantante se quitó la chaquetilla, cuando se quitó la camisa y quedó con tirantes sobre una camiseta de película italiana y cuando anunció: "En media hora me lo quito todo". Para entonces hacía rato que había dejado de llover.

No cumplió su promesa. Hizo amago de terminar sobre las 11.10, pero su público le exigió dos bises con un rugido sincopado que decía "¡To-re-ro!, ¡To-re-ro!". Una joven morena que vio al cronista tomando notas le exigió: "¡Tienes que decir que es un fenómeno!".

"En el lenguaje del amor tengo un problema, y es que soy muy lento", decía Bosé.

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