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La crítica situación económica tunecina se refleja en la degradación política

La situación de degradación política de Túnez, con fugas de altos cargos al extranjero y cambios sucesivos en el Gobierno, tiene, para algunos observadores, su origen en la crítica economía del país, actualmente en bancarrota. La falta de liquidez está generando los primeros problemas de escasez de productos de cierta necesidad y en las tiendas es dificil encontrar elementos básicos como una simple bombilla o repuestos de vehículos, cuyo parque nacional depende del exterior.Todo esto coincide con un momento de tristeza política que ha motivado que la alta burguesía, habituada a ostentaciones públicas, permanezca ahora, precisamente a raíz del asunto Mzali, en una retaguardia silenciosa, temerosa de persecuciones y atenta a los continuos escándalos que aparecen en la Prensa sobre corrupción o mala gestión de los erarios públicos. Y también con los primeros brotes de un enfrentamiento social que hace que las capas populares, ante tantos casos de mala gestión, empiece a desconfiar de cualquier tipo de político de la Administración.

Los observadores aseguran, sin embargo, que la crisis económica de Túnez no puede ser únicamente motivo de una mala gestión, ahora atribuida al ex primer ministro Mohamed Mzali, como otros males del país, incluida la subversión interna. Y aseguran que, aunque sí es un factor a tener en cuenta esto último, la coyuntura del país no permitía siquiera una administración normal, puesto que existían factores negativos acumulados que imposibilitaban cualquier arreglo desde el poder.

En este sentido, se apunta que Túnez llegó a comienzos de este verano, justamente al producirse la sustitución de Mzali por el economista Rachid Sfar, con una degradación en la relación de intercambios, de manera que los productos de importación resultaban más caros que las exportaciones de sus materias primas; con una mala cosecha motivada por la sequía, que ha disminuido ostensiblemente el porcentaje de la recolección del trigo; con la disminución en un 30% de los precios del petróleo, uno de los principales capítulos de la exportación tunecina; con la baja de ingresos de turismo por la amenaza del Mediterráneo y el temor al terrorismo, y con el agravante de la deuda libia (200 millones de dólares), país que retuvo los haberes de los emigrantes y cerró el comercio con este país a raíz de la crisis del verano de 1985.

Desde comienzos del verano, el presidente Habib Burguiba decidió enviar emisarios a casi todos los Gobiernos occidentales, entre ellos España, en busca de créditos abiertos para importar bienes de equipo necesarios para poner en marcha otra vez la economía, favorecer la exportación y mejorar la balanza comercial.

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