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En Soweto ya no manda nadie

La desesperación se ha apoderado de la mayoría negra de Suráfrica

ENVIADO ESPECIAL"El problema de Soweto es que, realmente, la autoridad como tal ha desaparecido, y en estos momentos es imposible decir quién manda", se lamenta el doctor Nthato Motlana, presidente de la Asociación Cívica de Soweto (SCA) y veterano dirigente en la lucha contra la segregación racial en Suráfrica. En una entrevista con EL PAÍS, el doctor Motlana, de 61 años de edad, militante del movimiento nacionalista Congreso Nacional Africano hasta su ilegalización en 1960, miembro activo de las organizaciones antiapartheid United Democratic Front y National Forum y licenciado en Medicina por la universidad de Witwatersrand, predice que Soweto será más y más ingobernable a medida que la juventud radicalice sus posiciones.

"La situación escolar es terrible", manifiesta Motlana, un viejo compañero de lucha de Winnie Mandela en los diversos juicios sufridos por la esposa del máximo dirigente del Congreso Nacional Africano, Nelson Mandela, condenado por traición a cadena perpetua en 1964."Continuamente:", añade Motlana, "me encuentro por las calles de Soweto con chicos y chicas cuyas edades oscilan entre los 14 y los 20 años, y les pregunto: ¿qué hacéis aquí?, ¿por que no estáis en el colegio?"'. "La contestación es descorazonadora", dice el doctor Motlana. "La mayoría no tiene el menor interés en la educación. El lema predicado por los radicales, Liberación antes de educación, les ha calado hondo, y de nada vale que yo predique que la liberación sólo se conseguirá por la educación".

"Un suicidio nacional"

La causa de esta radicalización de los jóvenes -que ha dado lugar a violentos enfrentamientos, con docenas de víctimas mortales entre los llamados comrades (camaradas) y los fathers (padres) de los guetos negros como Soweto y en las aglomeraciones de chabolas como Crossroads, en las afueras de Ciudad del Cabo- hay que encontrarla en la desesperación que se ha apoderado de la mayoría negra de Suráfrica, y principalmente de su juventud, que no parece dispuesta ya a aceptar nada que no suponga una democracia basada en el sufragio universal en un Estado unitario. Una aspiración que el presidente Pieter W. Botha equipara nada menos que a un suicidio nacional", aunque no añade que ese suicidio nacional lo sería sólo para los intereses de la minoría blanca. La población de Suráfrica, de acuerdo con el censo oficial de 1980, ascendía a 24,9 millones de personas, a los que hay que añadir otros cinco millones que habitan en los llamados Estados independientes de Transkei, Ciskei, Bophutatsuana y Venda, cuya pretendida independencia sólo acepta Pretoria. La población blanca, a finales del pasado año, rondaba los cinco millones; la coloured, o mestizos, los 2.800.000, y la india, algo menos del millón. El resto eran negros.

La desigualdad y la injusticia sufridas por esa mayoría negra a lo largo de años han sido siempre las chispas que han prendido unas situaciones ya de por sí lo suficientemente explosivas. [El domingo pasado, tres habitantes de Soweto resultaron muertos en enfrentamientos tribales, según la oficina de información surafricana. Los habitantes del gueto indican que son 14 los muertos en los enfrentamientos iniciados hace cinco días en este gueto negro entre trabajadores inmigran tes zulúes y jóvenes militantes antiracistas, informa la agencia France Presse].

Salto a la fama

Soweto, que no significa nada en ninguna de las lenguas nativas, sino que es una abreviatura de south west townships (ciudad del suroeste), es una aglomeración o ciudad dormitorio con una población, según cifras oficiales, de 1.250.000 almas, y, según cálculos privados, de dos millones, situada a 17 kilómetros del centro de Johanesburgo. Saltó a la fama en 1976, a pesar de llevar varias décadas construida, como consecuencia de los tristes sucesos registrados el 16 de junio de ese año por un un problema que afectaba precisamente a la educación de su juventud.Ese día, unos 20.000 escolares de Soweto decidieron celebrar una manifestación en el estadio de Orlando, no lejos de donde hoy vive Winnie Mandela, para protestar contra una disposición del Gobierno de John Vorster que hacía obligatoria la educación en afrikaans, el idioma de la minoría boer, descendiente de los holandeses.

Detenidos en su marcha, los escolares comenzaron a lanzar piedras contra la policía. Hector Petersen, un muchacho de 13 años del instituto de segunda enseñanza Morris Issacson, cayó fulminado. Fue la primera víctima de unos desórdenes que duraron 10 meses, que afectaron a 160 ciudades-guetos negros en todo el país y que causaron, según informaciones oficiales, 575 muertes, de las cuales 451 fueron producidas por la policía.

Los incidentes se iban a reproducir a finales del pasado mes de agosto en Soweto, esta vez no por causa de un problema escolar, sino por el pago o, mejor dicho, por la negativa de muchos inquilinos de Soweto a pagar sus alquileres.

Según el doctor Motlana, 25 personas resultaron muertas como consecuencia de esos incidentes, que empezaron el 2 de agosto, cuando a la desacostumbrada hora de las 21.30, "la Policía Municipal [negra] de Soweto pretendió desalojar de sus casas a los que no habían pagado el alquiler".

El problema de los alquileres es muy emocional, explica el doctor Motlana, y no afecta principalmente a la propiedad de las casas, sino sólo al lease o usufructo. "El Gobierno surafricano es el mayor casero del mundo, con excepción de la Unión Soviética", añade Motlana.

Motiana, que dirige una clínica privada en pleno corazón de Soweto, hace una historia de los problemas de este gueto, y explica que muchas de las casas fueron construidas antes de la II Guerra Mundial y han sido pagadas varias veces. "Además", añade, "la gente quiere saber qué se hace con su dinero, que sólo sirve para pagar las gabelas de una burocracia blanca".

El médico recuerda que ninguno de los habitantes de Soweto está en la ciudad "porque quiera estar allí, sino en virtud de la política de traslados forzosos decretada por anteriores Gobiernos". "Yo, por ejemplo", añade, "vivía en un suburbio conocido por Sophia Town, a cinco kilómetros del Ayuntamiento de Johanesburgo. Ahora vivo al triple de esa distancia, y mi antiguo barrio es un suburbio sólo para blancos bautizado irónicamente con el nombre de Triunfo", añade Motlana.

Entierro en secreto

El entierro de las últimas víctimas constituyó todo un drama para los habitantes de Soweto. Las autoridades impidieron la asistencia masiva a los funerales de la población, y ésta respondió con un día de resistencia civil quedándose en sus casas. El diálogo entre Motlana, que pretendía enterrar a tres de las víctimas, y la policía fue dramático: "¿Podemos enterrar a estos tres?", preguntó Motlana. "No", fue la contestación del teniente que mandaba la fuerza, quien pidió al médico que la multitud desalojara el estadio Jobavu, donde se habían concentrado.Motlana lo hizo y la multitud obedeció. "Entretanto", añade el médico, "la policía había enterrado a 15 en secreto. Debemos ser los únicos en el mundo que tenemos que enterrar en secreto a nuestros muertos".

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