La II Bienal Internacional de la Danza, inaugurada en Lyón con una gala de estrellas
La segunda edición de la Bienal Internacional de la Danza de Lyón comenzó el pasado sábado con una larga gala de estrellas, presidida por François Leotard, ministro de Cultura de Francia. Las televisiones de varios países europeos han transmitido el espectáculo, que logró reunir a míticos nombres de la danza internacional.
Una de las grandes sorpresas no anunciadas en el programa fue el valenciano Nacho Duito, que, junto al. Ballet de la Opera de Lyón, bailó un fragmento de su creación Jardí tancat, con música de María del Mar Bonet. En la exposición sobre Mary- Wigman, pionera de la danza moderna alemana a quien está dedicada la bienal, otra gran sorpresa ha sido la foto donde aparece junto a Antonia Mercé, La Argentina.Entre: el público fueron enfocadas una a una, en una emocionante velada de reencuentro, mientras eran nombradas por Guy Darmet, director artístico de la bienal, personalidades como Ivette Chauviré, Jannine Charrat, Rosella Hightower y François y Dominique Dupuy, entre otros. De los más cercanos estaban presentes el coreógrafo italiano Vittorio Viaggi; Pierre Lacotte, director del Ballet de Montecarlo, y Ciril Atanasoff. La decana de los críticos de ballet de Francia, Irene Lidova, estaba en primera fila, junto a varios de los organizadores del evento. La función consistió en un recital que tuvo un vibrante pase de dos fragmentos filmados de Mary Wigman en 1929 bailando sus creaciones. Después, Suzanne Linke, paradójicamente etérea por tierra, estrenó un solo en homenaje a Wigman. Carolyn Carson, la niña mimada de la danza en Francia, también tuvo primicia con una experiencia inédita de coreografia por correspondencia, con Alwin Nikolais. Nacho Duato fue de los más aplaudidos de la noche cuando las estrofas mallorquinas de María del Mar Bonet llenaron el auditorio Maurice Ravel.
Daniel Ezralow, a quien hemos visto en España con el grupo Momix, mostró su imagen apolínea saltando al interpretar una versión personal de El minotauro, de Stravinski. Su fotografia en pleno salto ha sido el leiv motiv gráfico de esta bienal. También Lutz Foster -visto aquí en el Café Müller, de Pina Bausch- y Nina Watt evocaron el pasado reciente con el paso a dos recueil de Jean Cebron, que fue hecho hace ahora casi 15 años para Foster y Bausch.
En el mismo espectáculo se vio a dos bailarines jóvenes de la Opera de París, Marie Claude Pietragala y Wilfried Romoli, en un dúo de Balanchine y otro de Bèjart. El espectáculo terminó con lo que ya es un clásico: La pavane du maure, por solistas de la compañía Limón. La noche culminó en el ambiente dieciochesco del palacio que ocupa la prefectura de Lyón con una cena para 400 personas al son inverosímil de trompas de caza.
Ahora la expectación se centra en las novedades: entre otras, Danse du Bahuas, de Oskar Schlemmer, Y los Cuadros de una exposición, de Wassili Kandiski; el rnítico bailarín japonés Kazuo Ocono bailará dos piezas, una de ellas estreno mundial, como un homenaje a La Argentina. El mismo día que se inauguraba la exposición de Mary Wigman fue presentado el libro Le language de la danse, texto de la propia Wigman en una cuidadosa traducción de Jacqueline Robinson, bajo la dirección de Pierre Lartigue. Un festival de videodanza organizado por Anne Bedou, del Centro Georges Pompidem de París, y cinco exposiciones de fotografía completan la imagen de una ciudad inundada por la danza y decorada con cientos de móviles al estilo de Calder que representan multicolores danzarines en poses de baile.
Babelia
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