Daniel Zuloaga
Ceramista y seguidor de la tradición artística familiar
Daniel Zuloaga Olalla, de 64 años, ceramista y profesor de Cerámica Artística de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Segovia, nieto de Daniel Zuloaga Boneta y pariente del pintor Ignacio Zuloaga, mantiene en su taller de Segovia la tradición artística que tanta fama ha dado a su familia. Contratado por el Gobierno argentino en 1951, junto con su padre, Juan Zuloaga, puso en marcha la Escuela de Cerámica de Mar del Plata, que todavía continúa funcionando.
Nacido en Madrid, aunque con ascendentes vascos y raíces echadas en Segovia, piensa que la cerámica como técnica es muy superior a otras artes y que es absurdo considerarla como un arte menor, pues para su tratamiento hace falta saber dibujar, dar color, composición, escultura; y lo más difícil para él dominar el fuego.Llevar el apellido Zuloaga crea en Daniel -anarquista de ideología y comportamiento y anticlerical- una situación de angustia, al vivir subyugado por el peso de la obra realizada por sus antepasados. "Podría hacer cerámicas con creaciones mías", comenta, "y romper con esquemas pasados, pero continúo con la tradición familiar. Nobleza obliga. Es lo mío, lo que he mamado, y me gusta".
Desde niño, las primeras imágenes que percibe son las de los obreros de su abuelo trabajando en el taller de cerámica que éste fundara en la iglesia románica de San Juan de los Caballeros (actual Museo Zuloaga) después de adquirirla en la etapa de la desamortización y restaurarla.
"Autodidacta, no sujeto a ninguna disciplina y siempre rebelde", como él mismo se define, cursa estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y en la Escuela de Cerámica de la Moncloa (Madrid). Por esta época practica también la pintura.
Una vez que el Gobierno español dedica el taller de su abuelo a museo-escuela, da clases hasta que se marcha a Buenos Aires (Argentina), donde permanece 15 años y se casa con su primera mujer, de la que tiene una hija.
Al regreso de Argentina, tras la caída de Perón, se establece en Segovia, ciudad que le gusta por su "embrujo y hechizo" y que ha influido mucho en su trabajo. No obstante, critica a varios "caciques indígenas segovianos" que han colaborado en la destrucción de algunas zonas monumentales de la ciudad, "y que no desaparecen con ningún régimen político".
Barba blanca poblada, con una txapela permanente sobre su cabeza como símbolo de su ascendente vasco, ahora, además de dar clases en la Escuela de Artes y Oficios ubicada en la Casa de los Picos de Segovia, trabaja en su taller de la calle de Daoiz y colabora en lo que se ha venido en llamar Liceo de Cerámica Daniel Zuloaga, en Madrid.
Cercano a la jubilación, sus días pasan más tranquilos que en otra época de montaje y desmontaje de estudios y talleres por Segovia y Francia, país donde es sometido a una complicada operación de pulmón. Aunque aún aflora su rebeldía, trabaja en el arte de la cerámica con más tranquilidad que en el pasado y más estabilidad. Daniel Zuloaga lo justifica diciendo que posiblemente se deba a su segundo matrimonio, del que tiene dos hijos.
Junto a los hornos, que son sometidos a una temperatura superior a los 1.000 grados, con la arcilla segoviana pura como materia prima, los pinceles y otros utensilios, mantiene en su actual taller el mismo sistema de trabajo y estilo que sus antepasados iniciaron en San Juan de los Caballeros.
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